NARRA GRACE:
No podía creer que estaba haciendo esto.
Owen y yo íbamos en camino hacia el gran evento, la coronación de Christopher, en una limusina.
Mis manos temblaban del nerviosismo. Sentía mi corazón palpitante en la garganta, martilleando, como si en cualquier momento fuera a vomitarlo, junto a lo último que había ingerido.
Comenzaba a darme claustrofobia allí dentro; cada segundo se me dificultaba más el respirar. Tenía que abrir la ventana, en seguida.
Presioné uno de los botones de la puerta, bajando la ventanilla polarizada, recibiéndome así el frío viento de una monótona noche de San Francisco. Sin embargo, hoy no era cualquier noche. No señores, hoy era la coronación de Chris, uno de los acontecimientos más importantes que formarían parte de su vida.
Por lo tanto, yo debía de estar allí, con él; brindándole mi apoyo, estando a su lado.
—¿Quieres parar, por favor? —chilló Owen, sentada frente a mí —. ¡Por Dios! ¡Me pones nerviosa, mujer! —se quejó, haciendo referencia a que durante todo el trayecto había estado jugando con mis manos y mordiéndome el labio por la ansiedad.
—¡No puedo! Creo que... Creo que voy a vomitar, no puedo hacerlo —llevé mi mano a mi pecho, comenzando a sentir algo subir por mi garganta.
—Grace, no hagas lo que pienso que vas a hacer —mi amiga me miró con pesar.
—¡César, para el coche! —solté, en voz alta, pero al parecer no fue lo suficientemente fuerte como para que éste me escuchase, hasta que Owen insistió:
—¡CÉSAR, DETÉN EL COCHEEE! —gritó, al verme comenzar a dar arcadas, llevándome una de las manos a mi boca para evitar expulsarlo todo allí dentro.
César se detuvo al instante y yo me apresuré en abrir la puerta. No había ni dado unos dos pasos lejos de la limusina cuando finalmente vomité. Owen me siguió, dándome palmaditas en la espalda y sujetándome el cabello.
—Tranquila, Grace. Está bien —me decía, con un tono comprensivo.
Quise llorar, gritar, correr muy lejos de allí. Pero entonces pensé:
Si yo me encontraba de esta forma, tan deplorable por la situación que tendría lugar en unos minutos más, ¿cómo diantres estaría Christopher? ¿Estaría más nervioso o ansioso? ¿Tendría miedo también?
Yo podía hacerlo. Tenía que.
Por él. Por nosotros.
—¿Lista? —inquirió Owen, reparando en que mi vestido no se había ensuciado, por fortuna.
—Sí.
—Entonces, vamos.
***
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S U M E R G I D A
Novela Juvenil¿Creen conocer todos los misterios de nuestro mundo? Permítanme decirles, con su debido respeto, lo rotundamente equivocados que están. Adéntrense en este relato, únicamente aquellos que de su ignorancia deseen salir. Descubran cómo dos especies, n...