NARRADOR OMNISCIENTE:
El pequeño observaba desde lejos a aquella niña de oscura cabellera. No podía apartar su mirada sobre ella, algo que detestaba con todo su ser. La odiaba.
¿Cómo una chica como ella lograba hacerlo sentir así? Era un sentimiento desagradable e incómodo.
Siempre que la veía era así, y no podía evitarlo. No podía acostumbrarse o si quiera apaciguar aquel dolor en su pecho al verla. Le hacía sentir todo un zoológico en el estómago. Llegó a pensar que la niña era una bruja malvada y que todos esos dolores y cosas extrañas que sentía se debían a que ella usaba magia negra en él; era un niño después de todo... Un niño muy ingenuo.
Los largos cabellos de la pequeña volaban debido a las ráfagas de viento del lugar. Se encontraba jugando a las muñecas, hincada en el verde pasto del parque de la comunidad. El chico acostumbraba a ir junto a sus amigos todos los días sin falta. Cada día variaban los juegos: volar cometas, jugar a las atrapadas, las escondidas, carreritas, a la pelota, entre varios otros.
Él aseguraba ser unos años más grande que la pequeña, y efectivamente, estaba en lo correcto. La niña iba en el kinder, cursaba su último año, mientras que él estaba en segundo de primaria.
Aunque las cosas fueran así, en los recesos, en el corto tiempo que había en la mañana antes de que sonara la campana indicando el inicio de clases y a la salida, el chico podía verla.
Siempre la veía sola, completamente sola, y eso lograba despertar en él aún más curiosidad por saber acerca de ella.
Los padres del pequeño nunca fueron los mejores ejemplos a seguir. Su falta de convivencia con ellos, de su cariño, su amor, sus consejos, su apoyo incondicional, lo acorralaban a ser una persona insensible y a ser alguien complejo a la hora de querer a dar a conocer sus sentimientos, emociones o pensares.
Nunca comprendió como dar a conocer de una forma correcta sus opiniones, por lo que siempre terminaba peleando con sus compañeros, creando malentendidos, peleas a puño limpio, y discusiones, y claro, él siempre era el culpable en el punto de vista de los maestros y a la hora de hablar con la directora del instituto.
A pesar de ser una persona así, y saber perfectamente que era alguien problemático y sin siquiera proponérselo, con regularidad se preguntaba cómo es que seguía en aquella escuela, es decir, desde hace tiempo que tuvieron que haberlo expulsado de allí, cosa que a él no le convenía, para nada.
El pequeño llegó a tener su papel de popularidad en el instituto. No debías de meterte con él, o en su camino, porque si lo hacías, acabarías tendido en el suelo o de camino a un hospital directo a urgencias.
Todos en el lugar le tenían respeto, pero aquel respeto se logró únicamente por miedo... miedo a él. Miedo a ser lastimados, a ser su próxima víctima. Uno nunca sabía cuándo el chico podría perder los estribos y tener un arranque de furia excesiva, y descargar todo en alguien quien no tuviera la culpa sobre ello, como solía suceder con frecuencia últimamente.
—¡Oye, vamos a jugar a la pelota! —se le aventó a su espalda uno de sus amigos, si se le podía llamar así.
Las acciones del chico crearon rumores, llegando a oídos de hasta los más grandes del instituto, los bullies. En poco tiempo el pequeño se vio rodeado de ellos, queriendo que formara parte de su clica.
—Vete, no estoy de humor —escupió el pequeño. A pesar de tener "amistades" mayores que él no iba dejar intimidarse por ellos. Ser así estaba en su sangre.
—¡Oh, vamos, Nick! —insistió su amigo, agarrándolo por el cuello con su brazo y despeinándole los cabellos.
El chico se encontraba sentado en el pasto, observando con odio puro en su mirada a aquella niña, nuevamente.
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S U M E R G I D A
Ficção Adolescente¿Creen conocer todos los misterios de nuestro mundo? Permítanme decirles, con su debido respeto, lo rotundamente equivocados que están. Adéntrense en este relato, únicamente aquellos que de su ignorancia deseen salir. Descubran cómo dos especies, n...