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Era una calurosa tarde de verano, calurosa y soleada como cualquier otra de todos mis nueve veranos de vida, en la concurrida playa de la ciudad natal de mi abuela y mi madre

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Era una calurosa tarde de verano, calurosa y soleada como cualquier otra de todos mis nueve veranos de vida, en la concurrida playa de la ciudad natal de mi abuela y mi madre.

Habían enormes y hermosas cometas volando en los cielos, así como gaviotas de un momento a otro aterrizando a robar sobras de comida a los visitantes.

Niños corriendo, unos construyendo castillos de arena, otros divirtiéndose en la helada agua del mar.

Adultos bronceándose y conversando, asando una barbacoa o jugando voleibol. Sin olvidar mencionar a los surfistas domando grandes olas y los novatos quienes hacían su mejor esfuerzo por no caer de la tabla.

Simplemente otra típica tarde de verano, en la playa.

Pero... ¿Dónde me encontraba yo? ¡Ah, sí! A unos 6 metros aproximadamente bajo el mar, y no cantando "Bajo el mar" de La Sirenita precisamente, sino ahogándome.

¿Cómo terminé así?

Recuerdo la insistencia de mis primos en que jugara con ellos y nadáramos un rato, desgraciadamente tuve la mala decisión de acceder después de tanta insistencia. Me arrastraron hasta las orillas del mar, donde la fría agua empezaba a tocar mis pies. Ellos se adentraron y luego yo les seguí. No sé por qué lo hice, bien sabía que no podía nadar, pero observar a mis primos a lo lejos divertirse y nadando como si toda su vida hubieran sabido hacerlo me tentó demasiado.

¿Qué tan difícil podía ser el patalear y bracear un poco?

No quería quedarme un momento más en la arena a solo observar como se divertían, yo también quería formar parte, quería unírmeles. Mala fue la decisión que tomé, las olas te arrastraban, era algo complicado, con mis pocos conocimientos en natación empecé a nadar al estilo libre, pataleando y moviendo mis brazos aleteo por aleteo y tomando aire en ocasiones, se me dificultaba, no lo estaba haciendo bien del todo, y mis primos al darse cuenta de mi presencia se acercaron a mi para que no nadara el resto del camino hacia ellos. Éstos fácilmente se mantenían flotando y jugaban entre ellos, pero para mi era difícil.

Me estaba cansando de tanto patalear y tratar de mantenerme en la superficie. Mis primos no lo notaron, ellos no tenían idea de que yo no sabía nadar.
Después de bastante rato así decidieron salirse del agua. Nadaron hasta tierra como expertos y determinación mientras yo observaba como lo hacían. Si antes de que entrara al agua era tarde, ahora lo era más, el sol daba sus últimos rayos de luz para ocultarse y darle paso a la luna y al cielo nocturno. Traté de patalear pero estaba muy cansada, ya no podía más, no sé como duré tanto tiempo junto a mis primos tratando de mantenerme en la superficie, ellos podían hacerlo con tanta naturalidad. No pude más. Me ahogaba. Me empecé a hundir hasta llegar a los 6 metros bajo el mar y contando. Se sentía horrible. La desesperación de no poder respirar. Seguí pataleando pero fue inútil. ¿Aquí iba a morir? ¿De esta forma? El mar cada vez era más oscuro y no podía ver a mi alrededor, tenía miedo.

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