NARRA GRACE:
—Wow —suspiré, maravillada. Entré a la habitación, sin percatarme del todo por dónde pisaba, con la vista fija a mi alrededor, era simplemente inefable —. ¿Cómo es esto si quiera posible?
—¿Te gusta? —preguntó el rubio, sin perderse ninguna de mis expresiones.
—¡Me encanta! —reí —. Es tan... mágico.
Dos paredes del cuarto eran de vidrio. Podía ver del otro lado un enorme acuario con peces de diversos y llamativos colores. Parecía de ensueño.
—¿Cómo? —no salió otra palabra de mi boca, estaba tan embelesada viendo lo que tenía frente a mí.
—Lo mandé a hacer especialmente —explicó Christopher.
—Parece que seguimos nadando allá donde encontramos a los peces tuna —esbocé una sonrisa.
—No sabía si te gustaría —camina hacia mí y acerca su boca a mi hombro, pegando su torso contra mi espalda.
Me volteo para encararlo y pongo una de mis manos sobre su mejilla.
Todo ésto parecía irreal, pero no iba a ignorar el hecho de que el rubio me debía algo.
—¿Ahora me dirás... lo que te sucedió? —enserié mi semblante.
Christopher hizo una mueca de desagrado y puso su mano sobre la mía en su mejilla, apartándose de mi toque.
Desde que vino a recogerme en frente de la heladería que solemos frecuentar mis primos y yo, el rubio había querido evadir éste tema.
Su rostro se encontraba golpeado, completamente magullado. Uno de sus pómulos estaba morado e hinchado, al igual que uno de sus ojos, sin mencionar que la mejilla que acaba recién de acariciar se encontraba levemente enrojecida.
—Por favor, he estado esperando a que me cuentes, ¿que te pasó? ¿Quién te hizo daño? —demandé saber, perdiendo los estribos.
—Nadie, Grace, por favor, no insistas —contestó, con voz apagada.
—¡Claro que insistiré! ¡Dime que te pasó! —demandé, cortando nuevamente la distancia entre nosotros.
—¡No me pasó nada! —elevó la voz, junto a su imponente altura. Al ver que logró hacerme callar, se arrepintió al instante —. Grace, yo...
—Está bien —lo interrumpí —. Si no quieres decírmelo, entonces guárdatelo para ti mismo.
Choqué contra su hombro, caminando hacia la salida.
—Grace, espera...
De pronto, mi celular sonó. Me sorprendí al ver el nombre en la pantalla.
Volteé hacia atrás, corroborando que el rubio no me hubiese seguido, mirando la puerta entreabierta de la habitación por la que salí.
Contesté sin pensarlo dos veces.
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S U M E R G I D A
Novela Juvenil¿Creen conocer todos los misterios de nuestro mundo? Permítanme decirles, con su debido respeto, lo rotundamente equivocados que están. Adéntrense en este relato, únicamente aquellos que de su ignorancia deseen salir. Descubran cómo dos especies, n...