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-Señor, una señorita se encuentra afuera, dice que la conoce – le decía su secretaria a Leonardo.

-¿Cómo se llama? – preguntándole sin dejar de ver la computadora y los papeles.

-Se llama Lía.

-¿Lía? Ah Lía, dile que le pase y por favor llévate estos documentos y saca copias por favor.

-De acuerdo señor, con permiso.

Lía se encontraba en la salita de espera arreglándose el cabello, maquillándose un poco más y desabotonando un poco más blusa que llevaba, cuando miro que la secretaria salía de la oficina con documentos le ofreció una sonrisa.

-Una disculpa, ya puede pasar, adelante.

-Muchas gracias.

-Disculpe, ¿se le ofrece algo para tomar? – le preguntaba la secretaria.

-No... bueno si, un vaso de agua por favor.

-De acuerdo.

Se levantó y se dirigió a la oficina, tocando la puerta a la vez entrando, encontró a Leonardo en su escritorio sentando con la vista en la computadora y algunos documentos, no podía negar que estaba guapo y que tenía porte, no le importaría estar con él una que otra noche.

-Lía, que gusto verte aquí, ¿en qué te puedo ayudar? – levantándose de la silla y acercándose para saludarla.

-Andaba checando algo sobre una compra y decidí llegar a saludar.

-Está bien, ¿y cómo has visto la ciudad, te gusta o no?

-Me encanta – le respondió mirándolo a él y regalándole una sonrisa

-Me da gusto y más por el clima que nos favorece.

-Así es, me encanta el sol poder andar con ropa más fresca, que no pesen mucho – le decía Leonardo mientras se pasaba las manos por su ropa – Es que de dónde vengo el clima no ayuda mucho como aquí.

-Aquí es magnífico el clima, espero que un día tú y Camila puedan aprovechar he ir al club – le respondía.

En ese momento entraba la secretaria con el vaso de agua y con otros documentos.

-Aquí tiene señorita.

-Gracias.

-De nada, señor aquí le tengo más documentos que debe ver antes de sacar copias.

-Gracias, déjalos en el escritorio.

-Con permiso – decía la secretaria mientras salía de la oficina.

-Creo que llegue en mal momento – decía mientras miraba la oficina y en especial una foto de Camila.

-No pero si ahorita tengo todo calculado.

-Me retiro yo para que puedas seguir con tu trabajo, yo iré a ver a Camila.

-Me parece muy bien, ya debe estar en la casa, que por cierto no me ha llamado – agarrando su celular del escritorio y mirando si había una llamada perdida.

-Yo mejor me adelanto, bueno me despido – se acercó a Leonardo y le deposito un beso en la mejilla.

-¡Señor! – entraba una secretaria desesperada y llorosa.

-¡¿Qué pasa!? ¿Por qué los gritos? – acercándose a ella y agarrándola por los hombros.

-¡Paso una tragedia!

-Tranquila y dime.

-La... La... la señora Camila tuvo un accidente y está en el hospital.

-¡¿Cómo!?

-No sé señor, solo me acaba de llamar su padre, que la familia ya van en camino.

-No.

-Señor, necesita irse, ella lo necesita – le dijo su secretaria saliendo para darle tiempo.

-Camila, no, no, no, no – susurraba Leonardo tomando sus cosas mecánicamente y con la vista perdida, sentía que su alma se había salido de su cuerpo.

-Leonardo, tranquilo – le decía Lía agarrando su cara con sus manos para que la viera – tranquilo amor, Cami te necesita.

-No puede ser.

-Vámonos – agarrando a Leonardo por un brazo y saliendo de la oficina para ir por su carro y después irse al hospital.

-Nada le puede pasar, ella está bien – se decía Leonardo adentro del carro.

-Lo sé, ella va a estar bien – decía Lía mientras manejaba.

Llegando al hospital, Leonardo bajo sin esperar a que el carro se detuviera, corrió hasta la recepción para que le dieran informes de Camila.

-Buenas tardes, ¿en qué le podemos ayudar?

-Mi prometida está aquí, tuvo un accidente.

-¿Cómo se llama?

-Ella se llama...

-Leonardo – le llamaba Luna y sin esperar se encamino a ella.

-Dime que está bien, dime que nada le paso.

-Leonardo debes ser fuerte, en este momento ella nos necesita y más a ti.

-Leonardo – volteo a ver quién lo llamaba y era Lía en caminándose con lágrimas en los ojos.

Antes de entrar al hospital Lía se colocó unas gotas en sus ojos para que la ayudaran llorar, por dentro sentía satisfacción, sentía que era poco de lo que ella sufrió por el amor de Emmanuel.

-¿Cómo esta, Camila? – preguntaba mientras los miraba.

-No ha salido el doctor – le respondió Luna mirándola de mal manera, a ella ni a su hermana les agradaba ella. Siempre notaron que le tenía envidia a Camila.

-Ella va a estar bien, yo lo sé, ¿Dónde está tus padres y tu hermana?

-Allá en la sala de espera, vamos Leo – le dijo a Leonardo

-Sí, vamos.

Los tres se encaminaron a donde estaba el resto, paso tiempo y empezaron a llegar amigos más familiares y personas que querían a Camila. Todos se encontraban sentados a la espera de noticias aunque Leonardo a cada momento iba a preguntar pero le decían que no tardaba en salir el doctor. Hasta que se escuchó una pelea.

-¡¿Cómo que no me pueden decir cómo se encuentra Camila?!

-Señor debe estar tranquilo, aun no sale el doctor si desea esperar allá.

-Que incompetentes son ustedes, ¡necesito saber cómo esta ella! –fue lo último que dijo Emmanuel antes de ir hacia donde le indico la recepcionista. Cuando llego miro a todos pero a uno en especial iba a reclamar – Tu maldito imbécil – le dijo acercándose a él y dándole un golpe en la quijada.

¡Emmanuel! ¡Emmanuel! Se escuchó su nombre por la voz de todos tratando de que se tranquilizara.

-¿Así es como la iba a cuidar?

-Lárgate idiota, tu no necesitas estar aquí – le respondía Leonardo tratando de levantarse y tocándose la quijada.

-Tú no eres nadie para decirme que hacer, eres un pendejo, así la ibas a cuidar y amar.

-Ella es mi prometida y tu nadie – le dijo Leonardo a Emmanuel regresándole el golpe.

-¡Ya deben parar! – grito el padre de Camila llamando la atención de todos.

-Emmanuel – lo dijo en susurro Lía que cuando miro todo lo que pasaba deseaba que Camila no existiera.

-¿Lía?



Ya no queda nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora