Manos discordes a su época, ojos marrones y una piel clara, con esperanza en su desdicha, pies agobiados de buscar tanto, desgaste en los ojos y aparatos auditivos a media vida, con poca saliva moja sus dedos y cambia la hoja del libro, sus nietos corriendo sobre lo verde rodeados de amarillo. Cierra los ojos y deja actuar a la naturaleza, cella su vida, encarna la felicidad terminada, deja de ser para avanzar a un estadio supraestetico sobre un margen inmovilizado, un ser singular anegado de tanto sentimiento mundano, simple y suave acalla su corazón.
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Relatos de un don Nadie
RandomCompilación de textos reflexivos, anecdoticos y fantásticos