Corrí sin cesar tras la luz opaca que se alejaba a medida que yo me acercaba, era tedioso pero necesario, preciso. El piano de Beethoven tocado por Marxs generaba el perfecto contexto del agobio fehaciente e incesante en el que me encontraba, su esplendor extasiaba cada croma de mis pupilas más era sempiterno e intrépido, lírica inclusive su composición destellante y amorfa, ameritaba merito, necesidad incluso, incesantemente la perseguí desaforado por montañas onduladas, colinas tenues e interminables prados. A medida del tiempo el mundo se achicaba tras los pasos de esta persecución minuciosa. Intento evadirme tras un acantilado pero no fue problema construir un puente, en mares canoas y en la ciudad caretas, pude todo hasta acorralarla, tras el fin último del mundo, quiso saltar pero la detuve, en eso me miró para darme paso a mirarla, había perdido su brillo y ahora tan solo era una leve llama grisácea, jamás lo entendí.
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Relatos de un don Nadie
عشوائيCompilación de textos reflexivos, anecdoticos y fantásticos