Contemplaba perplejo el sonido ligero de las alas de un picaflor, tenia colores vividos, pigmentos ocres y una variedad que gritaba anarquismo al mismo tiempo que suavidad, encarcelado bajo una barrera distorsionada por palabras que alegan mentiras desvariadas coloreadas por la razón del hombre como verdades, sufría conflictos en su vuelo cuando las hojas de los árboles provocaban terremotos en el aire, ese rocío sobre las flores reflejaban tempestades, maremotos y tsunamis sucumbiendo al tacto. El picaflor parecía asustado porque al verlo quede perplejo, por mero impulso quise atraparlo solo para magnificarme con su esplendor, queria protegerlo de los disturbios del mundo, tuve que meterlo a una jaula con el afán de su prosperidad, pasaba sus días revoloteando seguro dentro de su hogar impuesto por mi, era algo opresor lo que hacía pero no había otra salida, ¿debía dejarlo expuesto? Yo jamás sería cómplice de las injurias que el mundo acata sobre los pequeños, tanto mundo para un simple ave, procuraba liberarlo de peligros para que perdurará. Por las tardes un gato hambriento acechaba al picaflor, siempre estuve para espantarlo y jamas le quite un ojo de encima, al pasar el tiempo su color tan radiante cambio sus matices a tonos grises y opacos, su revoloteo perdía belleza, pensé que estaba enfermo, trate de sanarlo desprendiendolo de su jaula, en un pequeño desliz no me di cuenta del gato, de un bocado lo devoró a disgusto, parecía obligado como si no quisiera hacerlo, jamás me di cuenta que el reflejo del gato tenía mis ojos. Erguido ante el me desgarro el anhelo, pobre libertad privada por mi propia mano, no tuvo lo que siempre fue, acaeci el acto mas impune, devele mi castigo al ser mi propia horca, miedos de sogas entre nudos de seguridad, ahorque mi vida.

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Relatos de un don Nadie
RandomCompilación de textos reflexivos, anecdoticos y fantásticos