Entre la multitud, tú © [En revisión]

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Estalló el primer acorde de guitarra.

Me encontraba con Carla, mi mejor amiga, en el concierto de rock de uno de nuestros grupos favoritos. El evento era en la Sala Heaven, una de las más conocidas de la ciudad, que a pesar de ser bastante grande estaba hasta los topes. Las luces de colores que destacaban en aquella oscuridad le daban al ambiente una sensación todavía más festiva e íntima, así que ninguna de las dos reprimimos nuestros cantos y bailes.

Disfrutamos de la música durante largo rato. Incluso logramos olvidarnos de aquel sutil olor a ambientador que intentaba disimular —en vano— el hedor a humanidad que allí se respiraba cuando se juntaba tanta gente. Las enérgicas guitarras, el bajo sonando con presencia, la vehemente batería y la voz grave algo rasgada del cantante viajaban a través de la sala haciendo vibrar a todas y cada una de las personas que allí nos encontrábamos.

Los músicos hicieron una pequeña pausa para hidratarse y cambiarse las camisetas visiblemente empapadas de sudor, momento en el que las luces se encendieron un poco y la gente comenzó a gritar que volviesen al pensar que, quizás, el concierto había terminado. Aproveché el momento para dirigirme a la barra a pedir algo que beber, y es que sentía mi boca seca y mi cuerpo querer hidratarse.

—¿Cerveza? —le pregunté a mi amiga conociendo sus gustos, teniendo que alzar la voz y exagerando el movimiento de mis labios.

—Por supuesto —me contestó con una gran sonrisa, alzando sus pulgares.

Si se nos ocurría dejar nuestro sitio en segunda fila, al volver no tendríamos ni por dónde pasar, así que debía ir yo sola. No obstante, no me importaba. Una de las camareras de aquella noche era compañera mía en la Universidad. En cuanto me viese, seguro que podría hacerme un hueco. Además, necesitaba escapar de aquella multitud aunque fuese por un rato.

Llegar a la barra me costó más de lo que hubiese pensado. Todo estaba abarrotado y apenas pude ir empujando a la mayoría de hombres altos y corpulentos que me fui encontrando por el camino. En conciertos de ese estilo musical solía haber muchas personas así. Verdaderamente conocía a algunos y siempre resultaban ser buenas personas y muy divertidos, pero la primera impresión que me daban —y más si les estaba empujando escurriéndome entre sus cuerpos— era la de que me miraban mal.

Por mucho que me gustaran ese tipo de conciertos, era plenamente consciente de que no acababa de encajar, aunque intentase camuflarme poniéndome ropa rockera como la que llevaba aquella noche. Solía vestir bastante más sencilla. Incluso diría que formal, y aunque me sentía disfrazada cuando me ponía aquella ropa que me dejaba Carla, estando allí no desentonaba para nada.

Por suerte, al no ser demasiado alta ni corpulenta y a la gran decisión que tomé antes de salir de casa de llevar deportivas, pude salir del mogollón antes de lo que hubiese imaginado. Pero el agobio de la situación me hizo olvidar los escalones que se encontraban antes de llegar a la zona de la barra y tropecé sin poderlo evitar. Todo el mundo se apartó al ver mi inminente caída e incluso pensé que, para la próxima vez que tuviese que pasar entre tanta gente, utilizaría mi torpeza para despejarme el camino. En un segundo había logrado abrirme, mínimo, tres metros.

Antes de que mi cara se topara contra el suelo, pues no pude agarrarme a nada, un brazo me atrapó de la cintura y logré recobrar el equilibrio. Iba a girarme para agradecérselo a la persona que me había ayudado, pero entonces sentí todo mi cuello y mi top empapándose de un frío líquido que, en cuanto me llegó el olor, supe que era cerveza. Había provocado que, al chico que me había sujetado, se le cayese la bebida y no pude sentirme peor. Sobretodo después de mirarle y comprobar que se trataba de un tipo joven, odiosamente atractivo y con una sonrisa que no supe descifrar si reflejaba molestia o diversión.