2

24.8K 1.1K 161
                                    

Desperté con los rayos del sol acariciando mi cara y por el estridente sonido de un grito de Carla. Me levanté corriendo, poniéndome un vestido camisero que encontré en la silla de mi escritorio y salí apresuradamente de la habitación para averiguar si mi amiga se encontraba bien. Pero lo que me encontré en la cocina, que es de donde provenía la voz de mi amiga —que seguía gritando— me sorprendió.

Enzo se encontraba detrás de la encimara de la cocina simplemente vestido con su jersey, en calzoncillos. Parecía huir de mi amiga, quien le apuntaba con un cuchillo, mientras intentaba explicarle algo que ella se negaba a escuchar.

—¡Ya te he dicho que he pasado la noche aquí con Lara y que solo quería un vaso de agua! —se justificaba Enzo, sin hacer entrar en razón a mi amiga.

Me quedé un rato observando la divertida escena y, por qué no admitirlo, el bonito trasero de Enzo. Después de una noche increíble junto a él, habiendo podido disfrutar de cada rincón de su imponente físico, todavía me maravillaba observarlo. Ya sin una gota de alcohol en el cuerpo, se me hacía difícil creer que un hombre como él se hubiese interesado por mí como lo hizo él la noche anterior. Decidí intervenir cuando Carla comenzó a perseguirle por la casa como una endemoniada, levantando el cuchillo que tenía en la mano como el asesino más cruel de las películas de Hitchcock.

—¡Déjalo, Carla! —grité entre risas.

Enseguida paró lo que estaba haciendo y se dirigió hacia a mí. Lo primero que hice cuando llegó a mi lado fue quitarle el cuchillo, viendo como Enzo suspiraba aliviado. Parecía haber pasado miedo de verda.

—Dios, Lara. ¡¿Quién es este tío?! Acabo de llegar y estaba en nuestra cocina y dice que...

Enzo y yo, para entonces, nos mirábamos de forma divertida y coqueta.

Carla pareció entender entonces lo que estaba ocurriendo —y había ocurrido— entre los dos. Hizo viajar su mirada entre él y yo como si fuésemos una partida de ping-pong, para después pasar a señalarnos a ambos sorprendida. Y no me extrañaba. Desde que Álvaro había desaparecido de mi vida, no había vuelto a estar con ningún hombre. Verme en casa con uno no era algo que pudiese esperarse. Cuando pareció asumirlo, se echó a reír.

—¿Qué te pasa? —pregunté extrañada

—¿En serio, Lara? —Simplemente asentí, encogiéndome de hombros— ¡Por fin!

Carla se acercó entonces a Enzo, disculpándose por haberle amenazado con el cuchillo y dándole la mano de forma amistosa.

—Perdona, guapo. No sé de dónde demonios has salido, pero como mejor amiga de la tía a la que te has follado, te lo agradezco. Ella hacía meses que...

—¡Carla! ¿Puedes hacer el favor de cerrar la boca? —espeté enfadada, escuchando la estridente carcajada de Enzo— ¡Y tú deja de reírte!

Al instante, Enzo apretó sus labios para dejar de reír, pero a duras penas lo consiguió. La escena era cuanto menos cómica, pero sentí tanta vergüenza en ese momento que yo parecía enfadada en vez de divertida. Aunque nada más lejos de la realdiad.

—Yo... —intentó justificarse él, pero no le dejé hablar.

—Vístete, anda —comenté de nuevo antes de salir de allí y ver cómo Enzo me seguía a la habitación mientras mi amiga me levantaba los dos pulgares en señal de aprobación.

Mi corazón latía apresuradamente. Y es que la escena que acababa de vivir no era para menos. Sobretodo por haber recordado en el mismo instante en el que le vi allí, huyendo de mi amiga, que la noche anterior había conocido a Enzo y que le había invitado a mi casa, cosa que no había hecho jamás en mi corta vida de seductora, donde había tenido uno de los mejores y necesitados polvos de mi vida.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora