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A medida que el ascensor iba descendiendo hacia mi planta, iba sintiéndome cada vez con más frío, como si el simple hecho de separarme de Enzo provocara esa desagradable sensación en mi cuerpo. Nunca antes en mi vida había sentido una atracción tan fuerte por alguien, un magnetismo que me dejaba literalmente sin aliento, ni tampoco nunca nadie me había hecho sentir tan especial. La forma en la que Enzo me miraba, cómo me besaba o cómo simplemente me hablaba o me acariciaba, me hacía sentir la persona más preciada del mundo.

Mis pensamientos fantasiosos, a la vez que la tonta sonrisa que llevaba dibujada en mi rostro, se esfumaron en cuanto el sonido del ascensor me hizo saber que ya había llegado. Sentí cómo, al abrir las puertas, varios de mis compañeros me miraban: unos lo hacían de forma pícara, otros pareciendo sentir compasión por mí y otros con completa indiferencia.

Me alegré de haber podido pasar más rato en aquella sala, pudiendo arreglarme decentemente mientras pasó el tiempo necesario para borrar cualquier rastro que pudiese quedar de nuestra apasionada sesión —además de haber podido compartir un rato más con él—. Sin embargo, los ojos que más pesaban sobre mí eran los de Mercedes, que se encontraba en mi habitáculo junto a Daniel y me miraba con lo que incluso percibí que era odio.

—A mi despacho, Adúriz —pareció escupir en cuanto estuve lo suficientemente cerca como para escucharla.

Caminé lo más dignamente posible hacia la puerta de su despacho mientras varios pares de ojos no se despegaban de mí. Por suerte, la mirada y el asentimiento de cabeza de Daniel dándome ánimos, me dio algo de fuerza para afrontar lo que fuese que me venía encima —que no pintaba para nada bien—.

—¿Qué fue eso? —quiso saber ella sin ni siquiera dejarme entrar por completo.

—¿E-el qué? —pregunté confundida sin entender a qué se refería.

—Me dejaste en ridículo en la reunión.

—N-no creo que haya sido así. Quise decírselo por lo bajo, pero el señor Ferrara quiso que hablase yo misma. ¿Debería a caso haberme negado? —jugué, sabiendo que se negaría a que pudiese contradecir al CEO de la empresa.

—Te dije que te mantuvieses callada —siguió, sin ningún otro argumento que darme.

—Disculpe, pero creí entender que era un tema prioritario. En ese momento consideré que estaba haciendo lo correcto. Si no quería que interviniese, ¿para qué me hizo ir a la reunión? Usted misma me dijo que, al haber hecho yo el expediente, podría servirle de apoyo y es lo único que he intentado hacer con mi intervención —me justifiqué con seguridad, pues esa había sido realmente mi única intención.

—Fue él quien me aconsejó que usted fuese a la reunión, Adúriz. ¡Que esa es otra! ¿Qué narices te traes con él? A nadie le ha sido indiferente la forma en la que te miraba.

Al parecer no había sido la única en darme cuenta de las descaradas miradas de mi jefe. Aquello no podía seguir así, y mucho menos de una forma tan evidente. A pesar de pensar estar haciendo bien mi trabajo, que se me relacionara de un modo tan personal con Enzo no sabía hasta qué punto podía ser negativo para mí. Y mucho más teniendo en cuenta que yo no era del agrado de Mercedes desde el principio y que simplemente era una alumna aún en prácticas.

—¿A caso eres de esas? ¿Es por eso que has conseguido la plaza? —preguntó con veneno en la lengua.

—Señora Giménez —oímos desde la puerta.

En ese momento nos dimos cuenta de que no la habíamos cerrado y que seguramente varias personas habían podido escuchar nuestra discusión —aunque ese hecho parecía avergonzarle más a ella que a mí misma—. Quien estaba al otro lado de la puerta era el amigo de Enzo con el que le vi la primera vez en la Sala Heaven, Mateo, quien entonces sabía que era el director de Recursos Humanos de la empresa. Iba impolutamente vestido, igual que Enzo, y tampoco pasaba desapercibido su gran atractivo. A diferencia de cómo le había conocido y cómo parecía ser en un entorno más personal —como la vez en la que lo vi y charlé con él en casa de Enzo la mañana después de la fiesta de compromiso—, parecía un hombre serio, imponente e incluso frío.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora