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La semana terminó rápidamente. Después de mi encuentro con Enzo, habíamos comido juntos ese mismo viernes, pero allí me dio la noticia de que pasaría el fin de semana fuera por tema de negocios.

Estaba claro que iba a echarle de menos y que me hubiese encantado pasar más rato con él ahora que parecía que todo iba bien entre ambos, pero tampoco iba a tener tiempo para aburrirme.

Carla había planeado su cita con Jorge para ese mismo sábado y, como era de esperar, yo formaba parte de su plan maestro. Sus inseguridades y la necesidad de apoyo que se apoderaban de mi amiga cuando se trataba de Jorge, me obligaban a ir con ellos a cenar, nuevamente, en una cita doble con Víctor.

Sabía que mi amiga no tenía mala intención cuando se lo propuso a él, pensando quizás que era la mejor opción tanto para Jorge como para mí –pues ella bien sabía la buena relación que teníamos–. Sin embargo, el hecho de tener que volver a ver a Víctor y seguramente con la posibilidad de quedarnos a solas, creaba una extraña sensación en mi estómago.

Era algo parecido al nerviosismo, pero más bien se acercaba a la incomodidad. Después de lo ocurrido en su despacho, ni siquiera habíamos hablado y no sabía si sería capaz de comportarme con él como si no hubiese pasado nada, aunque tampoco me agradaba la idea de tener que estar incómoda o distante con él. Me sentía verdaderamente contrariada.

–Siento tener que irme –me dijo Enzo cuando estacionó su coche frente a mi casa aquel mismo viernes. Llevaba la maleta en el asiento de atrás y debía ir directamente al aeropuerto.

–Tranquilo. Lo entiendo –le hice saber.

–Ojalá lo hubiese sabido antes. Hubiese planeado un viaje juntos.

Había sido aquella misma mañana cuando había tenido que organizar ese viaje inesperado. De hecho, me propuso ir con él, pero con tan pocas horas de antelación no podía ni permitirme pensar en ir con él por mucho que me hubiese gustado. Además, la noche anterior me comprometí con Carla para ir con ella el sábado.

–Habrá otras ocasiones, ya verás –le animé.

Sonrió, bajando su mirada mientras se le formaban esos hoyuelos que tantas ganas me daban de morderlos cada vez que los veía.

–Te echo de menos incluso antes de irme –susurró tras atrapar nuevamente mi mirada en sus profundos ojos azul marino.

–Cursi... –bromeé.

–Sabes que prefiero creer que soy romántico –me aclaró acercándose a mí y acariciando mi rostro con la cálida palma de su mano.

–Yo también te echaré de menos –le hice saber. Realmente iba a hacerlo.

Se acercó suavemente a mí para posar un lento y tierno beso sobre mis labios. Estaba tan enganchada a su contacto y a su sabor que, en cuanto se separó de mi boca, lamí la mía para intentar que aquel gusto permaneciera en mí lo máximo posible.

–Hablamos cuando llegue, ¿si?

–Claro.

Y, muy a nuestro pesar, abrí la puerta para bajar de su coche y ver cómo se alejaba de inmediato. Estaba demasiado enganchada a él. Aunque me sorprendió la desagradable sensación que se posó en mi cuerpo al ver cómo se iba, no fue más que otra señal de lo mucho que él me hacía sentir.

–Qué dramática –escuché que alguien decía justo detrás de mí, consiguiendo sobresaltarme.

Me giré rápidamente para ver el rostro divertido de Carla. ¿Desde cuándo estaba ahí? Ni siquiera la vi llegar.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora