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Estaba preciosa. Desde que la vi salir de su apartamento, me quedé sin palabras. Verla en el interior del hotel sin el abrigo, comprobando lo bien que ese vestido se ajustaba sus curvas, realzándolas y dejando al descubierto sus hombros y su bonito cuello, definitivamente me volvió completamente loco.

No necesitaba verla así para tener claro lo muy enamorado que estaba de ella y lo mucho que quería mantenerla a mi lado, pero sí que fue el colmo para arrepentirme inmediatamente de no haber ido con ella. Sin embargo, estaba convencido de que sería la última vez que eso ocurriría.

Estaba seguro de que sería la última vez que no pudiese ir con ella a todas partes sin tener miedo de lo que podría ocurrir. Estaba seguro de que, muy pronto, dejaríamos de fingir teniendo que venir cada uno con una pareja con la que realmente no queríamos estar –aunque ella salía ganando viniendo con alguien como Víctor, con quien se llevaba tan bien, pues yo con Julia no podía decir ni eso–.

Mis hombres estaban ultimando las acciones para entregarme toda la información posible y pronto le haríamos saber a Gabriel Sanz que sus extorsiones a mi familia habían finalizado para siempre. Era eso o que se supieran sus sucios negocios en el extranjero, con el elevado riesgo de que su empresa se viniese abajo, cosa que estaba seguro que no se iba a permitir.

Sin duda, en cuanto esa información estuviese en mi poder, todos saldríamos ganando. Mi familia y mi empresa, evitando y enterrando al fin los negocios fraudulentos de mi padre; la familia Sanz, evitando que sus estafas y sus inversiones en la industria armamentística acabasen con su reputación y la totalidad de su imperio, sin contar con los numerosos delitos que estoy seguro de que todo eso implicaba; Julia, que finalmente podría deshacerse del legado que no quería de su padre y del compromiso conmigo que no quería cumplir; y, por supuesto, yo mismo, que al fin sería libre de estar con quien yo quisiera, de amar a Lara y de poder proclamarlo a los cuatro vientos.

Ella acababa de dejarme plantado en el baño después de haber intentado vivir un momento de intimidad. Sin embargo, su fuerte carácter y determinación no me habían decepcionada y, como mujer que se valora y con las ideas claras, no estaba dispuesta a darme lo que deseaba después de tener que asistir a la gala sin ella como mi pareja.

Hubiese deseado hacerla mía en aquel mismo instante, pero comprobar la admirable forma de ser que tenía, me hizo sentir orgulloso –una vez más– de poder contar con ella.

Cuando volví al salón principal, de donde había huido estrepitosamente minutos atrás al ver cómo Lara se dirigía a los baños, observé que conversaba animadamente con mi hermano y con algunos conocidos de la familia. Por suerte o no, aquella noche mis padres se encontraban fuera del país y no habían podido asistir a la inauguración, aunque en parte me alegraba por eso al poder así evitar que pudiesen hacer o decirle algo a Lara que acabase disgustando o incomodándola –estaba seguro de que su simple presencia ya hubiesen provocado eso en ella–.

–¡Cariño! –gritó la estridente voz de Julia– ¿Dónde te habías metido? –quiso saber, llegando a mí y agarrándome del brazo.

Entendía que quisiese fingir que todo iba bien entre nosotros, pero quizás su comportamiento aquella noche estaba siendo excesivo. Sin embargo, pensé que solo debería soportarlo por algunas horas, tras las cuales esperaba compartir el resto de la noche con la mujer que no podía evitar ser el centro de mis pensamientos y de la mayoría de miradas del lugar.

–Fui al baño ­–contesté simplemente mientras seguía mirando cómo Lara se reía a carcajadas por algo que le había dicho mi hermano.

–Enzo, deja de mirarla –me dijo Julia por lo bajo, cambiando su tono de voz a uno más duro–. Se nota demasiado que te interesa y puedes levantar sospechas.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora