Por fin habían acabado los exámenes del primer cuatrimestre. Llevaba más de dos semanas prácticamente sin salir de casa, pero el esfuerzo había merecido la pena. Los resultados que iba conociendo eran más que buenos y estaba segura de que iba a ser de las mejores de la clase. De hecho, eso era lo que más anhelaba, pues desde que entré en la carrera tan solo deseaba conseguir la beca de prácticas para acabar mi formación en una empresa con el mejor departamento legal del país, formación que estaría remunerada y cuyas posibilidades de quedarme trabajando allí eran bastante elevadas.
Justo esa misma semana hice la solicitud para conseguir esa plaza. En cuanto la entregué, respiré como si no hubiese acabado de hacerlo por completo durante días. Y es que, en realidad, así había parecido ser. Desde mis últimas palabras con Enzo no había conseguido pasar ni un solo día sin que me acordase de él, a pesar de mantener mi mente lo más ocupada posible . A veces incluso venía a mis pensamientos mientras comía o mientras me duchaba —por no hablar de en mis sueños—.
Todo lo vivido con él me parecía lejano a la vez que demasiado reciente, pero en definitiva había sido una locura. Y no solamente por el sexo. La sensación que experimentaba al estar con él, esa que sentí desde la primera vez que le vi —como si le conociese desde siempre—, era algo que seguía perturbándome y provocando que aún le echase más de menos por muy inverosímil que pudiese parecer al, en realidad, haber estado con él tan solo en dos ocasiones.
En cuanto llegué a casa aquel viernes, e incluso antes de abrir la puerta, escuché cómo Carla tenía puesta música a un volumen más que considerable. En cuanto entré en el piso, me la encontré bailando medio desnuda por toda la casa mientras ordenaba algunas cosas y preparaba algo para comer.
—¿Quieres que el vecino pervertido del piso de enfrente se deleite contigo? —le pregunté como todo saludo.
—Que haga lo que quiera —respondió ella, encogiéndose de hombros—. Estoy en mi casa y me apetece estar así.
—Vale... ¿Y a qué se debe ese humor estupendo? —quise saber.
—¿Bromeas? ¡Han acabado los exámenes, Lara! Bueno, si no hay que recuperar nada en enero. ¡Y en unos días es Navidad!
—Oh, Dios... Sabes que no son mis fiestas favoritas—le recordé.
—Anda, no digas eso. Además, ¡esa magnífica beca de prácticas es tuya! ¡Hay que celebrarlo!
—Aún no sé si va a ser para mí, Carla. No adelantes nada.
—¿Y cuándo lo sabrás?
—Seguramente la próxima semana.
—¡Anda ya! Tú tranquila que es para ti fijo. ¡Nadie es tan buena abogada como tú ni saca esas notazas, Lara! Llevas una eternidad metida en esa habitación estudiando y el no ver el sol te está trastocando el cerebro.
—Una eternidad, dice. Han sido solo dos semanas y poco, Carla.
—¡Lo dicho! ¡Dos semanas en las que no hemos ido ni a tomar un café! Y es por eso que... ¡Hoy nos vamos de fiesta! —acabó exclamando mientras seguía bailando.
—No tengo ganas —le hice saber.
—Me importa tres mierdas que no tengas ganas. ¡Hoy sales conmigo y punto! —casi se enfadó— Jorge va a venir con un amigo, el que dice que estudia en la Universidad esa de pijos, y vamos a pasarlo bien.
—Joder. ¿Me vas a obligar a ir a una estúpida cita doble o a hacer de aguantavelas con un tío que no conozco?
—No seas tan amargada, Lara. ¡Te prometo que lo pasaremos bien!
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Entre la multitud, tú © [En revisión]
RomanceUna ciudad, millones de personas... y ellos. La vida de Lara dará un giro de 180 grados en su último año de Universidad, en el que conocerá a mucha gente nueva. Entre ellas estará Enzo, un joven empresario que llegará a su vida para ponerla patas ar...