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La primera semana como becaria en el departamento legal de F&A no fue del todo mal. Mi compañero de habitáculo, Daniel, se preocupó por enseñarme todo lo que debía hacer y cómo trabajaban en el departamento. Gracias a eso, evité muchos problemas con Mercedes, mi tutora. No era un secreto que, por alguna razón que no llegaba a comprender, se mostraba bastante distante y desagradable en mi presencia, pero iba a limitarme a hacer un buen trabajo e intentar no darle motivos para ser un problema para ella.

Aquel viernes, llegué al gran edificio casi media hora antes. La tarde anterior no pude acabar un expediente y quería finalizar con ese trabajo antes de que Mercedes llegara, pudiéndoselo dejar en la mesa de su despacho. Cuando llegué a mi puesto, el cual era pequeño y bastante modesto a pesar de no encontrarse Daniel todavía —contaba simplemente con dos ordenadores, algunos cajones, dos sillas de escritorio y algunos libros—, me senté en mi sitio. Mientras el ordenador se encendía, cogí mi teléfono móvil para leer, una vez más, la conversación que había tenido con Enzo la noche anterior.


Lara 0:24

¿Qué tal la vuelta?

Enzo 0:25

El viaje ha sido agotador, pero hemos conseguido un importante socio alemán

Cuatros días sin verte han sido demasiado. Nos vemos mañana, amor.

Lara 0:26

Yo también te he echado de menos, pero tendrán que ser cinco días.

Mañana tengo noche de chicas con Carla.

Enzo 0:26

No era una pregunta, Lara.

Mañana nos vemos, preciosa.

Buenas noches. Que descanses.


Según me dijo, el martes por la tarde se fue de viaje a Alemania para cerrar un negocio con una importante empresa. A pesar del mucho trabajo que tenía y de tener ocupadas casi todas las horas del día, encontró el momento para hablarme todas las noches. Desde nuestro último encuentro el lunes en mi casa, donde nos reconciliamos y compartimos el momento más íntimo y especial de mi vida —con el cual sentí haber traspasado los límites de lo físico, lo pasional y lo emocional—, no había podido dejar de pensar en él y en las ganas de volver a verle.

Recordé cómo la noche anterior me quedé dormida con el teléfono en mi pecho y leí los últimos tres mensajes que me había enviado. Sin embargo, y tras dibujar tontamente una sonrisa en mi rostro al leerlos, me sobresalté bloqueando el teléfono cuando Daniel entró, saludando animadamente.

—¡Buenos días, compañera! —dijo con alegría.

—Buenos días, Daniel. Pareces animado hoy.

—Es viernes, bella. ¡Claro que estoy animado! —dijo exaltado, haciéndome reír.

A penas le conocía desde hacía literalmente cuatro días, pero se había ganado mi confianza rápidamente y conseguía animarme los días y quitarle importancia al hecho de que Mercedes parecía odiarme —si más no, estaba claro que yo no era de su agrado—.

Una vez el ordenador se dignó a encenderse, acabé por terminar el expediente que debía entregar a Mercedes y conseguí dejarlo en su despacho justo cinco minutos antes de que ella apareciese por la puerta del piso. Rápidamente hizo contacto visual conmigo, observándome con esa glacial mirada a la que me tenía acostumbrada y que solamente parecía compartir conmigo, para acercarse con firmeza —haciendo sonar sus tacones— hacia nosotros.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora