Me dolía todo el cuerpo. Habíamos estado prácticamente toda la noche disfrutando de nuestros cuerpos en el salón, la habitación y el baño. Pese al inmenso placer que Enzo me había hecho experimentar, me encontraba exhausta. Incluso habiendo dormido hasta más del mediodía, pues podía observar como el sol estaba ya más allá de lo alto del cielo, continuaba estando cansada.A medida que iba despejándome, sentí como el cuerpo de Enzo seguía abrazando al mío por detrás con firmeza, como si no fuese a permitir que pudiese escaparme. Sentir su calor y su respiración acabó con todo el malestar que pudiese estar sintiendo.
Era capaz de quedarme allí, en aquella posición, durante horas. Incluso durante el resto del día. Me sentía tan a gusto y cómoda entre sus brazos que pensé que ni un terremoto sería capaz de conseguir sacarme de aquella cómoda y amplia cama, de aquel abrazo. No obstante, Enzo pareció percibir que me había despertado, pues a los pocos segundos sentí cómo se removía tras de mí, mientras me acercaba más a su cuerpo y dejaba suaves besos sobre mi hombro desnudo.
–Mmm... Buenos días, preciosa –ronroneó sin dejar de estampar sus labios contra mi piel.
–Buenos días –dije con una voz algo ronca que me hizo carraspear–. ¿Te he despertado?
–No, me he despertado solo. ¿Qué hora es?
Alargué mi brazo para coger mi teléfono y, además de ver que era casi la una de la tarde, vi que tenía dos llamadas de Carla y algunos mensajes.
–¡Mierda! –exclamé mientras me incorporaba en el colchón como una bala, sintiéndome la peor amiga del mundo.
–¿Qué pasa? –quiso saber él, también incorporándose y abrazándome nuevamente, observando mi teléfono.
–Ayer se me pasó llamar a Carla... ¡Soy la peor amiga del mundo! –me lamenté con culpabilidad.
–No pasa nada. Llámala ahora –contestó él con tanta tranquilidad que incluso llegó a irritarme.
–Joder, no es tan fácil –comenté–. Ayer debía quedarme con ella, acabé yéndome contigo prometiéndola que hablaríamos ¡y me dedico a tener sexo contigo por toda la casa!
–Por toda la casa no, amor. Nos quedan aún bastantes sitios –comentó de forma provocativa.
–¡Enzo! –le recriminé aunque sin poder reprimir una sonrisa.
–Vamos, no seas exagerada. Te llamó casi a las tres de la mañana, cuando podías estar perfectamente durmiendo.
–Pero no lo estaba –le corté.
–Ella no lo sabe.
–Carla no es tonta, Enzo. Voy a llamarla antes de que se enfade todavía más conmigo.
Antes de marcar la llamada, abrí sus mensajes y me tranquilizó ver que me dijo que era demasiado tarde y que hablaríamos por la mañana. Sin esperar más, la llamé y descolgó al segundo tono mientras observaba como el cuerpo desnudo de Enzo se levantaba para ir al baño, no sin antes besar suavemente mis labios con un corto y delicado beso.
–Hola –me saludó con algo de pesar.
–Hola. Carla, lo siento. No he visto tu llamada hasta ahora y...
–Tranquila. Tampoco hubieses arreglado nada y te llamé demasiado tarde –explicó con el mismo tono desanimado.
–¿Cómo fue? –me atreví a preguntar tras algunos segundos de silencio entre las dos líneas.
–Supongo que ni bien ni mal –contestó antes de suspirar, como si estuviese cogiendo fuerzas para contármelo todo–. La cena fue genial y estuvimos muy a gusto, como siempre. Acabamos en la cama y no pude ser más estúpida al decirle que no esperara nada más de mí justo después de acabar.
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Entre la multitud, tú © [En revisión]
RomanceUna ciudad, millones de personas... y ellos. La vida de Lara dará un giro de 180 grados en su último año de Universidad, en el que conocerá a mucha gente nueva. Entre ellas estará Enzo, un joven empresario que llegará a su vida para ponerla patas ar...