No me había quedado del todo mal. Hacía un par de días había quedado con mi amigo David, el chef, para que me enseñase a preparar un risotto de trufa y marisco. A ella parecía estarle encantando, así que eso lo valía todo.
Había estado muy nervioso por cómo se tomaría que fuese a buscarla sin avisar a su casa para llevármela a más de cuarenta quilómetros de la ciudad, a uno de los pueblos más bonitos de la costa, pero la idea parecía haberle entusiasmado.
Me encantaba verla sonreír como no había dejado de hacer prácticamente desde que habíamos llegado.
–Me sorprendes, Enzo. ¿Quién te ha enseñado a hacer este risotto? Está a la altura de los mejores que he comido. ¿En serio no quieres cambiar de profesión y dedicarte a la cocina? Mi padre te echaría una mano –bromeó ella.
–¿Se rie usted de mí, señorita? –pregunté, haciéndome el ofendido.
–Lo hago, pero eso no quita que acabo de decirte que esto está delicioso. En serio ¿dónde lo aprendiste? –insistió.
–Si te lo cuento aún te reirás más de mí –comenté.
–Prometo que no lo haré –sonrió. No podía negarme ante esa radiante sonrisa.
–Hace algunos días fui al restaurante de David a pedirle que me enseñase.
–¿En serio? –preguntó sorprendida– ¿Y qué más recetas de él sabes hacer?
–Ninguna. Era la primera vez que iba a pedirle ayuda. Quería prepararte algo que te dejase con la boca abierta.
Lara se quedó literalmente boquiabierta durante algunos segundos, mirándome fijamente como si intentase descubrir que le estaba tomando el pelo. Obviamente no vio nada de eso.
–¿Aprendiste a hacer esto por mí? –preguntó incrédula.
Comenzaba incluso a molestarme que no se creyese digna de mi atención, de mis esfuerzos por conquistarla o de mis sentimientos, pero se la veía tan inocente y tierna cuando salían esas inseguridades que incluso eso hacía que aún la quisiera más, que aún deseara demostrarle a cada instante lo que ella significaba para mí.
–¿Por qué te sorprende tanto? –quise saber.
–¿Por qué tú piensas que hacer este tipo de cosas son normales y no debería sorprenderme? –contraatacó.
–Porque para mí es normal hacer cualquier cosa por agradarte y por hacerte sentir especial, Lara. Porque ya te he dicho que eres importante para mí y eso provoca que haga cosas como esta sin verlo como un esfuerzo o sacrificio –le expliqué–. Tú me haces ser así.
Me miró atentamente durante unos segundos, pero tras volver a sonreír con ternura se levantó de su silla para acercarse a mí y plantar un sonoro y cálido beso en mi mejilla mientras me abrazaba por detrás, quedando con su rostro apoyado en mi hombro con nuestras mejillas rozándose.
–Pues gracias, Enzo. Consigues hacerme sentir especial –agradeció entonces de corazón, haciéndome sentir su dulce aliento en mi cuello, estremeciéndome.
–Me alegra saber eso –contesté.
–Qué pensaría la gente que te ve como el joven, serio y sexy CEO si supieran que eres tan romántico... –me provocó.
–Nada, porque nunca lo sabrán –contesté haciéndola reír.
Se separó de mí acariciando con sus manos mi torso, mis hombros y mi cuello antes de apartar sus manos de mi cuerpo, momento en el que sentí que ojalá nunca lo hubiese hecho.
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Entre la multitud, tú © [En revisión]
RomanceUna ciudad, millones de personas... y ellos. La vida de Lara dará un giro de 180 grados en su último año de Universidad, en el que conocerá a mucha gente nueva. Entre ellas estará Enzo, un joven empresario que llegará a su vida para ponerla patas ar...