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Un año más, nochebuena había llegado. Aquella misma mañana decidí ir al trabajo para despejar un poco la mente, pues presentía que, como cada año, la cena en casa de mis padres iba a ser realmente aburrida, incómoda y eterna para mí.

Desde que Lara se había marchado de mi casa el domingo no había podido quitármela de la cabeza. La cita fue perfecta y el poder conocerla un poco más me había permitido descubrir nuevas cosas sobre ella, a cada cuál mejor. Era preciosa incluso recién levantada, bailaba de muerte, era divertida, inteligente, deportista y comprensiva. No veía el momento de volver a verla y es que, si fuese por mí, la secuestraría para estar con ella todos los días y, en especial, poder pasar aquella noche que se presentaba tan complicada con ella entre mis brazos.

Antes de fin de año quería aclarar con mis padres que no tenía ninguna intención de seguir con el compromiso con la hija de los Sanz, y mucho me temía que aquella noche era la ocasión perfecta. Estaba convencido a hacerlo, pero presentí que la velada se iría al garete en cuanto sacase el tema, aunque ¿qué más daba? Las Navidad en mi casa era pura hipocresía y no recordaba ninguna en la que me sintiese a gusto.

Me encontraba en mi despacho revisando algunos expedientes que debía dejar listos antes de acabar la jornada cuando escuché que llamaban a la puerta.

—Adelante.

La sonrisa de Mateo se coló en mi despacho. Él trabajaba en el departamento de Recursos Humanos y no por ser amigo mío, sino por tener una muy buena formación —incluso en el extranjero— y estar altamente cualificado.

—Hola, Mateo. ¿Qué tal? —le saludé con un abrazo.

—Bien. Venía por aquí a felicitarle la Navidad a mi CEO favorito —comentó sentándose en uno de los sillones que había enfrente de mi mesa.

—Ya. ¿Tu felicitación es tan larga que debes sentarte? —pregunté.

—No. Es que te traigo una cosa que creo que deberías ver —soltó mientras lanzaba una carpeta encima de mi mesa.

La cogí y la abrí.

—¿Qué es esto? —pregunté al ver varios documentos que incluían currículos de lo que parecían candidatos a trabajar en la empresa.

—Las solicitudes para la plaza de becaria de derecho de este año.

—¿En serio, Mateo? Tengo cosas mejores que hacer que esto. Sabes perfectamente cuales son los criterios de selección, así que encárgate tú mismo.

—Por favor, gran director ejecutivo. Mire bien a las candidatas —me animó con una divertida sonrisa y una musicalidad en su voz que me intrigó.

Suspiré y le hice caso. Abrí nuevamente la carpeta y vi que había cuatro solicitudes para la única plaza que sacábamos cada año.

—¿Solo ha habido cuatro solicitudes? —pregunté extrañado. Normalmente había decenas.

—No. Ha habido más de cincuenta, pero estas cuatro son las preseleccionadas. Pero no se trata de eso. Fíjate en sus perfiles, por favor.

Fui leyendo los nombres mientras pasaba las páginas y mis dedos se detuvieron en cuanto vi su fotografía acompañada de su nombre: Lara Adúriz Medina.

—Por tu reacción sí que es ella. No estaba seguro —comentó Mateo.

Comencé a leer su solicitud y su currículum era impresionante. Llevaba varias cartas de recomendación de la Universidad y de algunos importantes despachos de abogacía donde había colaborado otros años. Además, su expediente académico era excelente,

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora