El sonido lejano de una suave música comenzó a colarse en mi consciencia. Sin embargo, al no reconocerla, quise resistirme a que acabase de traerme al mundo real. Estaba demasiado a gusto durmiendo sobre el pecho de Enzo, abrazada por sus cálidos y fuertes brazos, y me negaba a quebrar ese momento. El sonido cesó, pero pocos segundos después retomó su marcha. Sentí cómo el gruñido que Enzo soltó contrariado retumbó en su pecho para, seguidamente, removerse bajo mi cabeza y mi abrazo.
—Lara , tengo que contestar —me hizo saber en un suave y dulce susurró.
Lo único que conseguí hacer debido a mi estado aún adormilado fue musitar sonidos sin sentido alguno y aferrarme más a él, haciéndole saber que no quería que se separase de mí. Como respuesta, una dulce risa embriagó mis sentidos y un suave beso se posó en lo alto de mi cabeza.
—Solo será un momento, preciosa. Ahora vuelvo.
Y muy a mi pesar, aflojé mi agarre para que pudiese levantarse. Lo hizo con una delicadeza y un cariño que no me dejó indiferente, haciéndome sonreír; haciéndome ver que le daba igual que la llamada volviese a cortarse.
Frunció el ceño al ver de quién se trataba y caminó unos cuantos pasos para poder hablar con algo de intimidad. Aunque no pude entender muy bien de qué se trataba la conversación al simplemente escuchar poco más que monosílabos por parte de Enzo, la tensión con la que hablaba y lo malhumorado que se veía su rostro me hicieron ver que su conversación no fue para nada amistosa.
–Te he dicho que ahora no puedo hablar —elevó él la voz—. Llámame mañana y lo hablamos. Adiós.
Y colgó, dándome la sensación de que había dejado a su interlocutor con la palabra en la boca. Pero no quise preguntar. Se le veía tan molesto e incluso contrariado que no iba a preguntarle sobre aquella conversación si él no quería explicármela.
—¿Todo bien? —pregunté simplemente.
—Sí —suspiró, pareciendo soltar toda la tensión que había acumulado durante los pocos minutos que duró aquella conversación mientras volvía a sentarse en el sofá y me instaba a volver a acurrucarme contra él.
Un silencio cómodo hizo acto de presencia entre nosotros; uno que nos sirvió a ambos para reflexionar sobre nuestros propios pensamientos; en el que no pude obviar lo a gusto que me sentía a su lado incluso sin intercambiar palabras o cuando la única interacción que existía entre nosotros era la sincronización entre nuestras respiraciones y una suave caricia de sus dedos sobre mi brazo.
—¿Qué hora es? —pregunté casi de forma automática cuando me percaté de que el cielo que veía a través de la ventana que tenía a un lado ya estaba más que entrado en la oscuridad.
—Las ocho y cuarto —contestó él mirando su teléfono y pareciendo salir del pensamiento que le había mantenido completamente absorto—. ¿Quieres que vayamos al cine o hacer algo? —propuso al fin.
—Mmm... Estoy bastante desarreglada y me tomaría demasiado tiempo ponerme medianamente decente para salir de casa —reflexioné en voz alta haciéndole reír—, pero, si quieres, podemos preparar algo aquí y ver algo en Netflix.
—Permíteme decirte que incluso con una coleta medio desecha, el pelo enredado y vestida con ropa de mi abuela estás tremendamente preciosa —bromeó.
—¡Oye! —le reñí dándole un suave golpe en el hombro, separándome de su cuerpo y haciéndole reír a pesar de la mueca de dolor que eso le provocaba— Pues si tu abuela tiene ropa parecida a esta, tiene un estilo exquisito.
—No he dicho lo contrario —se defendió él—. Era más bien un halago, Lara. Incluso saliendo tal cual estás ahora a la calle, con ropa de ir por casa, serías la mujer más bella de la ciudad.
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Entre la multitud, tú © [En revisión]
RomanceUna ciudad, millones de personas... y ellos. La vida de Lara dará un giro de 180 grados en su último año de Universidad, en el que conocerá a mucha gente nueva. Entre ellas estará Enzo, un joven empresario que llegará a su vida para ponerla patas ar...