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Genial. Mi maldito sueño profundo no me había dejado darme cuenta de que Lara se había levantado de la cama, vestido e ido.

Menudo estúpido había sido.

Tenía mil ganas de verla despertar, abrazarla y decirle lo bien que había estado con ella la noche anterior, pero se había ido sin querer despedirse ni hablar sobre lo sucedido. ¿Pero qué esperaba? Ella me había avisado de que después de aquella noche debeíamos alejarnos y, aunque había tenido la pequeña esperanza de que cambiara de opinión y quisiera seguir conociéndome, me había percatado de que era una chica de ideas claras y decididas, cosa que me gustaba y odiaba a la vez.

–Menuda noche has pasado, ¿eh, cabrón? –escuché que alguien decía cuando comencé a prepararme un café.

Era Mateo y, como siempre, había venido y entrado en mi casa sin avisar. ¿En qué momento se me ocurrió darle una copia de las llaves de mi casa?

–Joder... podrías avisar de que vienes o de que ya estás aquí antes de aparecer de la nada y asustarme.

–Otro ser asustadizo... tal para cuál –comentó sin que le lograse comprender–. Me he encontrado con tu amiga, Lara, huyendo a hurtadillas de ti. ¿Cómo es posible? ¿Una mujer huyendo de un tío como tú? Tenías razón cuando me dijiste que era especial –se rio.

–Calla, idiota. Creo que la he cagado.

–¿Por qué? ¿Te dio un gatillazo o algo? ¡Eso explicaría su cara de decepción!

–¡No es eso, imbécil! –dije entre el enfado y la risa– Por fin la encuentro después de pensar que nunca más iba a verla y no es en otro sitio que en la maldita fiesta de mi compromiso. Y para colmo, no se me ocurre otra cosa que ofrecerle una cena de mierda y sexo.

–Tío... tarde o temprano iba a saber que estabas comprometido y hubiese sido peor que la pobre se enterase más tarde. ¿O a caso querías escondérselo para siempre?

–¡Yo que sé, tío! Solo quería estar con ella y conocerla más... Me cuesta pensar cuando estoy con ella.

–¡Y qué lo digas! ¿Cómo se te ocurre ofrecerle ser tu amante fuera del matrimonio? –me recriminó.

–¿Cómo sabes eso? –pregunté extrañado.

–Ella misma me lo ha dicho –confesó Mateo.

–Así que habéis hablado...–supe.

–Sí. Y me ha dicho que siente tener que irse así, pero que te dejó claro lo que iba a pasar después de esta noche.

–Joder... puto compromiso de mierda –me quejé llevándome las manos a la cabeza.

Me desesperaba pensar que había perdido a alguien que de verdad me interesaba. En mi vida solo me había enamorado una vez y hacía muchos años que no sentía el interés y las ganas de estar con alguien como me pasaba con Lara.

Odiaba que mis padres tuviesen que manejar mi vida como lo estaban haciendo: primero dejando en mi poder la empresa que mi abuelo y después mi padre habían levantado cuando ni siquiera me gustaba ese mundo y, después de sacrificarme por el imperio y por mi familia, seguían jodiéndome concertando un matrimonio con uno de sus socios.

Era plenamente consciente de que muchos negocios empresariales se solían hacer de esa forma y que la empresa que iba heredar Júlia, que así se llamaba mi prometida, era una gran alianza para nuestros negocios.

Quizás, si no hubiese conocido a Lara, me hubiese parecido incluso bien, pues Júlia no era para nada fea o mala persona y seguramente hubiésemos estado bien juntos, pero Lara había puesto mi mundo patas arriba.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora