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La mirada de Lara brillaba más que nunca. Sus ojos, cálidos, solo hacían que transmitirme el deseo, la pasión, la dulzura y el cuidado que estaba poniendo en la situación. A pesar de saber que tenía las mismas ganas que yo por hacerlo; a pesar de percibir que su cuerpo estaba tan excitado y ardiente como el mío, había tenido la consideración de pensar y de preocuparse por mí y eso era algo que había llenado de calor mi pecho. Un calor que hacía años que no sentía, un calor que parecía que mi corazón había olvidado sentir por completo.

Mi torso aún vendado reposaba sobre el suyo. A pesar de sentir el leve dolor que me producía aquella presión, todo parecía pasar a un segundo plano con sus caricias, sus suaves a la vez que intensos besos y su dulce aroma.

—Túmbate —ordenó con una seductora voz, a la que no pude oponerme.

La hice caso. Me dejé caer sobre su cómodo colchón y allí me quedé, a la expectativa, esperando con ansia cuál sería su siguiente paso. Y no tardó en actuar. Se levantó con agilidad y gateó como un felino acercándose a su presa. Y eso me hizo perder el control. Mi corazón se paró durante un segundo para reanudar su marcha de forma descontrolada y mi respiración se hizo más superficial a medida que se acercaba a mí, avanzando entre mis piernas.

Cuando no pudo avanzar más, ya estando a mi altura, subió con suavidad una de sus manos acariciando mi brazo para acabar en mi hombro, en el que se apoyó sin decir nada pero sin dejar de mirarme con aquellos ojos que tan diferentes parecían aquella tarde. Sin más, bajó su cabeza provocando que su suave y sedoso cabello cayese alrededor de su rostro y me hiciese cosquillas, pero lo apartó rápidamente hacia un lado con un movimiento sensual y femenino para después apoderarse de mi boca en un beso que me dejó literalmente sin aliento.

Fue un contacto sensual, un beso pasional con el que disfruté como nunca saboreando aquellos gruesos y cálidos labios que tanto había echado de menos. Poco rato después de seguir con aquel beso, durante el cual no pude contenerme y abracé su espalda acariciándola sin dejarme ni un rincón de la misma, dejó mi boca para descender con sus besos por mi cuello y mi clavícula. Sentir sus labios sobre mi cuerpo; sentir como tomaba el control estaba volviéndome completamente loco y no pude reprimir el gruñido que salió desde lo más profundo de mi ser, el cual la hizo sonreír satisfecha al comprobar que lo que estaba haciendo realmente estaba pudiendo conmigo.

Pero no paró. Me dedicó una última feroz y ardiente mirada antes de seguir descendiendo y yo cerré mis ojos para disfrutar de sus besos sin distracción alguna. Para entonces, sus dos manos se posaron sobre mis hombros para descender en paralelo con sus besos, acariciando mi pectoral con un gusto que pude disfrutar aún incluso por encima de las vendas.

Sus labios, con sumo cariño y delicadeza, besaron mi torso herido pareciendo eliminar cualquier sensación dolorosa que pudiese estar experimentando en ese momento. La forma en la que sentí que cuidaba de mí, en la que percibí su preocupación y lo mucho que tenía en cuenta mi bienestar hicieron que acabara de enamorarme de ella —si es que todavía no lo estaba del todo—.

Otro gruñido escapó de mi garganta cuando sus labios llegaron al borde de mis pantalones, piel que besó mientras desabrochaba hábilmente el botón del vaquero. Para entonces, la erección que sentía tan solo un poco más abajo estaba en su máximo y la placentera aunque desesperante presión que sentía a causa de la misma me hizo suspirar con violencia cuando bajó toda la tela que la aprisionaba.

Se separó ligeramente de mí para mirarme desde algo más arriba mientras se relamía los labios y se los mordía apeteciblemente.

—No es necesario que lo hagas si no quieres, Lara —la hice saber intuyendo cuál iba a ser su próximo paso.

Entre la multitud, tú © [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora