Nuevamente jueves. La semana había estado llena de trabajo y eso me ayudó a despejar la mente. A pesar de lo confundida que me sentí con Víctor el fin de semana, no había pensado en él en absoluto, ni siquiera después de la vuelta a casa en su moto.Todo lo contrario a lo que me ocurrió con Enzo: finalmente tuvo que quedarse algunos días más en Australia y hasta el día anterior no lo vi –y fue poco rato, pues aunque lo primero que hizo al llegar a la ciudad fue venir a verme a casa, estaba tan agotado del viaje y por el Jet Lag que se quedó rápidamente dormido–.
Fue cierto que hablábamos en cualquier momento por teléfono, por videollamada o mediante Whatsapp –aunque fuese durante unos pocos minutos–, pero le echaba tanto de menos que, aun estando en permanente contacto, no fue suficiente para ninguno de los dos.
Definitivamente no sabía todavía qué era lo que me ocurría exactamente con Víctor, pero si de algo no cabía duda es de lo enamorada que estaba de Enzo y lo mucho que ocupaba mi mente y mi corazón a todas horas.
Cuando desperté aquella mañana, Enzo ya se había ido, pero había dejado una nota en mi mesita de noche dándome los buenos días y pidiéndome que no hiciese planes para aquella noche. De hecho, solo deseaba que llegase ese momento, pues tener las malditas reuniones de los jueves junto a Víctor y Julia no era lo que más me apetecía hacer.
En cuanto llegué a la empresa, y tras pasar a saludar a Daniel –enterándome de que Mercedes no iba a estar aquella mañana–, decidí subir al piso de Enzo para poder estar con él un rato antes de comenzar con la reunión –si es que no estaba ocupado–.
–Señor, la señorita Adúriz está aquí –le informó la secretaria en cuanto llegué. Al menos había dejado de mirarme con aquella cara de asco a la que me tuvo acostumbrada las últimas veces–. De acuerdo. Puede pasar, señorita –me confirmó.
–Gracias.
Me dirigí con decisión a la puerta de su despacho, con una agradable sensación en mi pecho por las exageradas ganas que tenía de verle incluso a pesar de haber dormido abrazada junto a él.
–Buenos días –me saludó sonriente al entrar–. ¿A qué se debe tu presencia casi una hora antes de la reunión?
–Verás, es que tengo mucho trabajo que hacer y quiero empezar cuanto antes –jugué mientras él se acercaba a mí para abrazarme.
–Tendré que hacerte trabajar más si eso hace que vengas a verme, entonces –siguió diciendo antes de darme un suave beso en los labios.
–¿Has podido descansar? –le pregunté mientras posaba mis manos tras su cuello.
–Sí. Dormir contigo es el mejor bálsamo del mundo–me hizo saber.
–No sé cómo tomarme esas palabras –le contesté divertida–. ¿Tan aburrida soy?
–No sabes cuánto –bromeó comenzando hacerme cosquillas besando mi cuello.
En ese preciso instante, el teléfono del despacho comenzó a sonar y, sin soltarme, me atrajo junto a su cuerpo mientras se dirigía a la mesa y apretó para descolgar en manos libres.
–Dime, Cristina –dijo él sin apartar su mirada de mí.
–Su prometida ha llegado –informó la secretaria desde el otro lado de la línea.
Enzo, frunciendo el ceño, miró su reloj y yo hice lo mismo, viendo que aún faltaba media hora para el encuentro.
–Tendrá que esperar –dijo sonriéndome.
–No pienso esperar –se escuchó al otro lado. Era Julia–. Tenemos que hablar ahora mismo.
Enzo, mientras acariciaba mi rostro –el que seguramente mostraba sin filtros el malestar que me provocaba saber que ella estaba allí–, suspiró y muy a su pesar tuvo que ceder y decirle a Cristina que la dejase pasar.
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Entre la multitud, tú © [En revisión]
RomanceUna ciudad, millones de personas... y ellos. La vida de Lara dará un giro de 180 grados en su último año de Universidad, en el que conocerá a mucha gente nueva. Entre ellas estará Enzo, un joven empresario que llegará a su vida para ponerla patas ar...