No podía dejar de mirarla. Estaba preciosa. Ver lo nerviosa que conseguía ponerla y cómo intentaba disimularlo me estaba encantando también.
Un camarero nos había traído la carta del restaurante y ella se encontraba con la mirada fijada en la misma, con una sonrisa encantadora. Sin embargo, el rubor de sus mejillas y la forma en la que se mordía el labio me dieron a entender que seguramente su mente estaría en otro lugar. ¡Cómo me hubiese gustado saber en qué pensaba!
—Si te gusta el pescado, te recomiendo el salmón con verduras escalibadas —le dije para intentar captar su atención y relajar un poco el ambiente. La veía demasiado tensa y quería que se relajase y se lo pasase bien conmigo.
Ella me miró durante algunos segundos con esos ojos verdes que tanto me gustaba que me mirasen. Pareció comprender que no tenía por qué sentirse insegura o incómoda conmigo, pues sus hombros parecieron relajarse mientras me regaló una sonrisa de agradecimiento.
—Tiene buena pinta —puntualizó mientras leía su descripción en el menú —. ¿Quieres que compartamos platos? Así podemos probar más cosas —propuso alegremente más distendida.
¿Cómo iba a negarme a esa sonrisa?
—Me parece buena idea —le hice saber.
Ambos comenzamos a hablar de los platos que nos llamaban más la atención, aunque básicamente me limité a observar cómo hablaba entusiasmada de la comida y a estar de acuerdo con cualquier cosa que propusiese, pues parecía tener muy buen paladar. Estaba dispuesta a probar de todo.
Finalmente, nos decantamos por un aperitivo de aguacate con marisco y platos principales: magret de pato con patata al vino y salsa de frambuesa y el pescado que le había comentado.
El camarero enseguida nos rellenó las copas del vino blanco que ambos decidimos que acompañara nuestra cena y no dudé en brindar.
—Por que esta noche te acabes enamorando de mí —propuse alzando la copa y mirándola fijamente medio en broma, aunque en realidad era lo que más deseaba incluso sin saberlo todavía.
Ella bajó su mirada unos instantes mientras sonreía para después volver a mirarme. Nunca había conocido a ninguna mujer que con un simple gesto como lo era una mirada o una sonrisa consiguiese hacerme sentir tan vivo.
—Dejémoslo en que sea una noche inolvidable —me corrigió ella.
Tras diez minutos de agradables conversaciones e intercambios de risas, el camarero comenzó por traernos el aperitivo. Se trataba de un plato fresco y delicioso que pareció encantarle a Lara, pues no dejó ni un poco y se relamió en alguna que otra ocasión. Me encantó poder ver la forma en la que disfrutaba con cada bocado.
«Cómo me gustaría ser yo quien lamiera esos labios», pensé sin poderlo evitar.
«Contrólate, Enzo. Esta noche debes demostrarle que no solo te interesa por el sexo», me dije a mí mismo.
Sin duda iba a serme difícil, pues cada vez que mis ojos se veían atrapados por sus gruesos y sabrosos labios, sentía cómo mi sexo comenzaba a palpitar imaginando todo lo que podía hacer con ellos. ¿Cómo era posible sentir tanta atracción por una persona?
—Y dime —dije tras carraspear después de varios segundos de silencio. Debía hablar de algo para dejar de pensar en ella, yo y mi cama–, ¿podrás decirme ahora lo que estudias? —quise saber con gran curiosidad.
Lara pareció dudar, pero tras sonreír pareciendo rendirse, se limpió la boca y se dispuso a contestar:
—Estudio derecho en la Autónoma. Mi último año —explicó.
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Entre la multitud, tú © [En revisión]
RomanceUna ciudad, millones de personas... y ellos. La vida de Lara dará un giro de 180 grados en su último año de Universidad, en el que conocerá a mucha gente nueva. Entre ellas estará Enzo, un joven empresario que llegará a su vida para ponerla patas ar...