21. Lincoln

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07:40 | Lunes 9 de Septiembre de 2030

Primer día en mi vieja escuela. Afortunadamente ya pasé por este infierno una vez, así que al menos sé que parto con algunas ventajas importantes. 

1) Los maestros

Son los mismos, van a sentirse muy tontos tratando de aterrarme con sus viejos y gastados trucos. Conocer sus manías y debilidades me hará ganar puntos importantes, no solo con ellos, sino con los compañeros con los que me tocará compartir clases. Lo bueno de llevar algo dos veces es que sé en qué materias lo llevo fácil y en cuales tendré que esforzarme. Puede que esta vez si pueda llegar al nivel que requiero para poder entrar a la universidad que deseo.

2) Los estudiantes

Puedo parecer prejuiciosa, pero a diferencia de la mayoría de los alumnos nuevos, sé las cosas que quiero hacer y no gastaré dos tercios de mi tiempo tratando de impresionar a nadie. Lo bueno de regresar a este punto es que tengo claro que no debo temerle a nadie, que soy perfectamente capaz de defenderme. Recuerdo que llegar a esta certeza me tomó un poco más de un año. Aún lo tengo grabado en mi mente. Había comenzado el décimo año y un patán de último año, Zachary Miller, trató de amedrentarnos, a Kristoff y a mí, para que le entregásemos el dinero de nuestro almuerzo. Mi amigo lo hizo sin dudar. Yo estuve a punto de imitarlo hasta que recordé algo que Sophie me explicó sobre una de sus clases sobre el comportamiento humano. Una conducta será cíclica mientras el individuo lo permita, sin importar cuan negativo sea, siempre se repetirá hasta que el individuo decida alterar el curso con una acción que rompa la lógica de la misma. 

En definitiva, este caso se traducía en pelear o cuando menos resistirme. Así que hice lo único que pude en ese momento, salté con toda mi fuerza y tumbé a Zack al suelo, le arrebaté el dinero de Kristoff y le dije que a mi amigo que corriera. Intenté hacer lo mismo, pero el muchacho me tomó por la chaqueta, estiré los brazos y me deshice de ella, el resbaló hacía atrás al desparecer mi peso. Entonces él cayó pesadamente sobre el suelo. Aproveché la oportunidad para acercarme a recuperar mi prenda, luego salí pirando del lugar. Claro, eventualmente me encontró y me partió la cara, pero también tuvo lo suyo. Y desde entonces elegí defenderme de cualquiera. 

3) Lugares y horarios muertos

Toda escuela, por estricta y severa que se precie de ser, los tiene. Ya sea por escaso personal, flojera o desinterés, los alumnos siempre encuentran la forma de disfrutar un poco dentro de estos centros penitenciarios que el gobierno llama escuelas. Y aunque este lugar se supone que es de todos, los espacios están distribuidos según la jerarquía de poder de los estudiantes. Es de sobra mencionarlos, pero existen. Siguiendo con el punto anterior aprendí, que mientras no sea el vestidor o baño de personas de otro género, podía caminar casi por donde me diera la gana. Siempre fui muy sociable, tal vez por eso nunca nadie llegó a ponerse de acuerdo sobre a que grupo pertenecía. Cuando me apetecía estaba con los músicos y los artistas, la gente creativa, pero también disfrutaba de los deportes lo suficiente para echar un juego de veintiuno en las canchas de basket y aunque no era un gran científico me asombraban las cosas de que era capaz la ciencia, créanme, aún ahora lo hace, soy una prueba viviente de ello. En fin, siempre supe sacarle provecho a Lincoln, aunque no en todas las formas que le hubiesen gustado a mi madre. 

Llegué un poco antes para acomodar las cosas en mi casillero. De momento solo llevaría una carpeta con hojas para hacer mis apuntes, un lápiz, un bolígrafo, y un borrador. No pensaba volverme loca ni obsesionarme con las clases. La mayoría las conocía bien. Lo único que me hizo maldecirme un poco fue la hoguera que hice con las anotaciones de mis cuatro años previos cuando terminé la escuela. Hubiesen sido una gran ventaja, pero en fin, me toca comenzar de cero.

Víctima IndefensaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora