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Hace 8 años... (continuación)

Manu salió de su habitación cuando dejó de oír tanto alboroto. Era evidente que muchos de los invitados de su nieto habían abandonado la casa.

—¿Ya se han marchado todos los mocosos? —Miró hacia todos lados al entrar a la cocina—. Joder, pero si queda el peor de todos...

Raoul, que estaba fregando los platos y vasos que habían utilizado, se giró para mirarlo y lo mojó con agua.

—Por favor, no empiecen, que ya está todo limpio —pidió Agoney entrando con dos vasos en sus manos—. Toma, pollito, son los últimos. —Se los entregó y volvió al salón.

Mientras Raoul terminaba de fregar los últimos trastos, Manu tomó uno de los vasos ya limpios y lo llenó de agua. Se colocó al lado de Raoul y sin pensarlo demasiado, lo vació en su cara, empapándolo entero.

—¡Joder, Manu! —gritó enfadado—. ¡Pero mira cómo me has dejado! —exclamó, pero el hombre solo rio a carcajadas mientras Raoul estrujaba su camiseta en el fregadero.

—Ya está todo orde- ¿pero qué hacen? —preguntó el moreno entrando nuevamente a la cocina.

—Mira, Ago, ¡un pollo mojado! —Manu rio descojonado mientras señalaba a Raoul.

Agoney observó a su amigo, que estaba todo mojado, con su tupé perfectamente peinado, ahora pegado a su frente. Su camiseta tenía todo el pecho húmedo y su rostro demostraba su enfado. Agoney intentó no hacerlo, pero no pudo evitar soltar una carcajada que se sumó a la de su abuelo.

—Pero, abuelo, que se me va enfermar...

—¡Pues lo llevas al veterinario, mira tú el problema! —Raoul entrecerró los ojos mirándolo muy mal.

—Te aprovechas porque sabes que no puedo devolverte la jugada, que a tu edad los resfriados son muy malos —gruñó el rubio.

—No puedo dejarlos solos ni un minuto...

—¡Es tu abuelo, que no deja de meterse conmigo!

—¡Claro que no! —negó Manu—. Es este niño, que no para de meterse con un pobre viejo indefenso. —Llevó su mano al pecho, fingiendo sentirse ofendido.

—¿Pero indefenso de qué? Si tú eres peor que él —acusó Agoney negando con la cabeza—. Eso sí, nada de irse a dormir sin limpiar todo eso —aclaró señalando el piso mojado.

—¿Pero tú a dónde vas? —quiso saber Raoul.

—¿A ti qué te parece? Me voy a dormir —dijo con obviedad, Manu y Raoul se dedicaron una mirada cómplice durante unos segundos—. ¿Necesitas algo, abuelo? 

—Pues sí, que nos ayudes con esto. —Señaló el piso.

—No, no, no —negó rápido—. Ustedes lo ensuciaron, ustedes lo limpian. —Se acercó y dejó un beso en su mejilla—. ¡Hala, hasta mañana!

El moreno salió de la cocina y Raoul buscó rápido algo para limpiar el suelo. Cuando lo tuvo entre las manos, el mayor se lo quitó.

—Manu, de verdad, tengo que limpiar esto.

—Anda, deja, sube con él y luego me cuentas que cara pone.

—¡Pero que a ti te va salir una hernia o algo!

—Mira, desaparece antes de que te de la colleja de tu vida, muchacho —riñó amenazante.

—Gracias, Manu. —Besó sonoramente su mejilla y salió corriendo—. ¡Hasta mañana!

—Hasta mañana, hijo, hasta mañana.

Raoul subió las escaleras corriendo, esperando que su mejor amigo aún no hubiese abierto su regalo. Abrió la puerta de la habitación pero no lo encontró allí, giró hacia el pasillo y se topó con él  de frente.

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now