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Hace 1 año... (Continuación)

Cuando Javier aparcó el coche frente a su puerta, sintió que los nervios se apoderaban nuevamente de él.

-Ago, si no quieres entrar, está bien, puedo llevarte a tu casa -dijo Javier, pero no obtuvo respuesta.

De la manera más rápida posible, el canario desabrochó su cinturón de seguridad y atacó sus labios. Los besó con ganas, recorriéndolos enteros con su lengua para que Javier abriera su boca. Cuando el mayor lo hizo, el moreno se separó, dejándolo con la boca abierta, se giró y salió del coche.

-Arranca, muchacho. -Le sonrió desde fuera-. ¿O pretendes entrar con el coche?

Javier solo logró soltar una carcajada que destensó un poco su cuerpo. Salió del auto, colocó la alarma y caminó hasta la puerta, donde el moreno lo esperaba. Abrió la puerta en silencio y encendió una lámpara que tenía en el salón.

-¿Quieres tomar algo? -preguntó rápido, deshaciéndose de su abrigo.

Estaba nervioso y Agoney pudo notarlo. Se apiadó de él y decidió no picarlo, si Javier se sentía mejor ofreciéndole algo para beber, él simplemente aceptaría tomar algo.

-¿Tienes cerveza?

-Sí, en la cocina. Ahora mismo te traigo una, tú siéntate. -Le señaló el sofá y Agoney obedeció.

Javier volvió con dos botellines de cerveza, le entregó una al moreno y él comenzó a beber de la otra. Estuvieron unos minutos así, bebiendo en silencio, por lo que Agoney empezó a creer que no había sido una buena idea provocar esa situación.

-Javi, ¿quieres que me vaya?

-¿Qué? No, no, claro que no -respondió de inmediato-. Madre mía, parezco un crío. -Rio nervioso-. Agoney, me pones muchísimo, y te juro que no sé cómo lo haces, si eres un niño.

-¿Perdona? -preguntó ofendido.

-No lo digo de mala manera, de verdad, pero el adulto aquí soy yo, y no sé si esto está bien.

-Javi, no eres mi profesor, soy mayor de edad y no me estás obligando a nada -le recordó con una sonrisa que lo tranquilizó-. ¿Necesitas algo más?

-Bajar la puta erección que tengo desde hace una hora -dijo al fin.

-Pues me parece perfecto. -Sonrió triunfante, dejando las cervezas de ambos a un lado

Comenzaron a besarse una vez más, jugaron con las boca contraria por minutos, buscando encenderse cada vez un poco más. Fue Agoney quien le quitó la camiseta a Javier primero, para poder tocar su abdomen sin ningún obstáculo. Lo acarició con la yema de sus dedos y lo sintió temblar, provocando que intensificaran el beso. Empezaron a luchar con la lengua contraria, y con un movimiento rápido, el moreno terminó a horcajadas sobre Javier. Movió sus caderas para crear fricción entre sus miembros, y ambos volvieron a ser conscientes de lo excitados que estaban.

Javier le quitó la camiseta segundos después, acarició toda su espalda, bajó las manos hasta su culo y aumentó el movimiento entre sus caderas. Decidió meter sus manos por debajo del pantalón y del bóxer, para tocar directamente la piel de su trasero. Agoney gimió ante la acción y Javier aprovechó para abandonar sus labios y descender. Comenzó a besar su cuello, mordió y lamió a partes iguales, mientras sus manos no dejaban de masajear las nalgas del canario. Sus labios llegaron hasta su pecho y los direccionó hacia uno de sus pezones, hubo más gemidos que solo lograron hacer palpitar su polla.

No había duda, ambos estaban cómodos, porque se conocían y se tenían un gran cariño. Los besos y jadeos eran familiares, pero lo más importante, era que se sentían con la libertar y confianza para pedir más, o parar, en el momento que lo desearan.

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now