54

3.6K 165 1K
                                    

A veces los momentos más sencillos son los que más recordamos, los mínimos detalles o las palabras más insignificantes para otros, para nosotros pueden tener el mayor significado del mundo.

Pollito, esa palabra que para muchos es un sin sentido absoluto, para Raoul significa amistad, unión y protección. Cada abrazo que recibe de Agoney le lleva a casa, quisiera vivir allí siempre, como en su pecho, que se ha encargado de velar sus sueños infinidad de veces. Ojalá quedarse así toda la vida.

- Pollito - escucha la voz de Agoney llamándole - ¿Estás bien?

Raoul gira su rostro y besa su nariz con una sonrisa, deja que el moreno se acomode a su lado, con su cabeza escondida en su cuello y sus brazo rodeándole.

- Estoy pensando - dice tranquilo - Me gusta que me llames pollito.

Agoney frunce el ceño pero ríe al escucharle, cada vez que le llama así recuerda al Raoul de ocho años que se escondía bajo un edredón. Aquel que sufría por un payaso loco que podía matarles y ese que se aferró tan fuerte a su cuerpo que jamás pudo soltarle.

Ninguno quiso soltarse.

Sin duda, los vínculos que se forman durante la infancia son fundamentales, nos marcan ese momento de socialización que es importante para el futuro, para el resto de nuestra vida. Mireya fue quien marcó esa primer infancia de Raoul, y Agoney fue quien marcó la segunda. Ellos son esa familia que no le toca y que tuvo la oportunidad de elegir.

Cuando Raoul le dijo a Manu que Agoney había marcado cada momento de su vida, tenía razón. La historia que comparte con su mejor amigo es precisa y como el moreno mencionó durante aquella comida, no cambiaría nada de ella. Viviría y repetiría una y otra vez cada paso que dieron juntos o separados, sólo para hoy estar así, cómodamente en un sofá, entre sus brazos y entre sus labios.

Los besos que Agoney deja en su cuello, le resultan encantadores. Sus manos entrelazadas y la respiración completamente relajada del moreno sobre su piel, es la mejor manera de pasar el domingo, en familia.

- ¿Quieres venir conmigo? - pregunta de repente el moreno.

Raoul voltea su rostro de nuevo, alejándose un poco de él para mirarle y arquea una ceja porque no entiende muy bien para qué se lo pregunta.

- ¿Quieres que vaya contigo? - el canario duda de su respuesta unos segundos y su novio aprovecha para besar sus labios con una sonrisa - Si hay algo que debas hablar con Miki, no es asunto mío, osea, en el buen sentido.

Agoney le observa por unos segundos mientras piensa en lo que le está diciendo. Creía que Raoul no dudaría en acompañarle para saber con exactitud cómo pasaron las cosas la noche anterior.

- Estoy intentando hacer las cosas bien, Ago - dice el rubio poniéndose serio - Soy celoso contigo y, ahora que lo pienso, me doy cuenta que con Damián y Lucas nunca fui así.

- Es verdad - asiente pensando un poco.

Esos celos o ese instinto protector, que tan bien marcado tiene Agoney hacia Raoul, el rubio también lo tiene hacia él.

- Desde pequeños hemos tenido un vínculo especial, único, siempre me has cuidado y sé que seguirás haciéndolo - dice Raoul sonriendo - Pero ya no soy un niño pequeño, no sólo eres mi mejor amigo, eres mi novio y pienso que debemos ir a la par. Soy inseguro y celoso, pero confío en ti, no necesito que Miki me cuente lo que pasó anoche, creo en todo lo que me dijiste tú - asegura el rubio.

- Gracias - deja en beso en su mejilla y vuelve a mirar sus ojos - Igual y Miki ni se acuerda de lo que pasó, estaba muy borracho.

- Pues si, pero ese no es el punto - dice mirándole serio - Mi punto es que estoy intentando controlar mis celos y aunque Miki te haya besado y sea una buena excusa para estar celoso, no lo estoy - le explica tranquilo - Porque sí, tal vez tú le gustas, pero no significa que a ti te pase lo mismo, porque él no te gusta ¿Verdad?

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now