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Con la mirada fija en el ordenador, bebe café y suspira luego de mandar a imprimir el documento que acaba de terminar.

– Es complicado – dice Javier al verle tan concentrado.

– Lo sé, pero no perdemos nada intentándolo – comenta Raoul recordando cada detalle – Ahora que ese hombre está preso, quizás algún vecino de Teresa quiera testificar.

Como dijeron en su momento, el caso de la joven contra el señor Acosta es complicado. Sus estudios médicos demuestran los daños que sufrió aquella noche, el aborto que le provocó, pero aún no pueden demostrar que el culpable de aquello fue él. No están seguros de que la palabra de Teresa sea suficiente y necesitan un testigo, alguien que asegure haber escuchado los gritos, los pedidos de ayuda, alguna persona que sitúe al acusado junto a Teresa en el momento del ataque.

– ¿Ella está bien? – pregunta su colega.

– Está un poco asustada, ahora debe hablar del aborto, de su tratamiento psicológico, de su relación con mucho más detalles... Debe ser muy duro.

– Por supuesto, pero fue muy valiente al testificar en el juicio de Lucia, enfrentó a ese desgraciado una vez y puede hacerlo de nuevo – dice Javier completamente convencido de sus palabras – ¿Tú cómo estás? – pregunta cuando le ve levantarse.

La mirada de Raoul pasa de los documentos que ya tiene impresos entre sus manos, hasta los ojos del contrario. Recuerda la noche anterior, la pesadilla que interrumpió su sueño y la forma en la que despertó esa mañana.

– Estoy bien – dice sincero – Estoy mucho mejor, pero de igual manera necesito terminar con esto – deja los papeles a un lado y juega con sus manos un poco nervioso, ansioso mientras camina dentro de su oficina – Es como si tuviera una espina clavada en el pecho desde el choque y la única forma de sacarla de ahí es ganando este juicio, ayudando a Teresa, como hiciste tú con Lucia.

– ¿Y si no sale bien? – se atreve a preguntar, porque es una posibilidad – ¿Vas a dejar que ese hijo de puta te amargue la existencia?

– No – dice firme, más seguro que nunca.

No necesita explicarse, Javier ha notado cada cambio por el que Raoul ha pasado desde el accidente. El juicio de Lucia marcó un antes y un después para el rubio, porque saber que ese hombre había comenzado a pagar por el daño que había causado, le tranquilizó.

– Quizás es egoísta, incluso me sentía una mala persona, pero cuando me dijiste la sentencia del juicio de Lucia... Me sentí tan tranquilo – confiesa Raoul – Sentí alivio

– Querer hacer justicia no es egoísta, Raoul – dice Javier.

– Ahora lo sé, Ago también me dijo eso y Sara...

– No es malo que quieras estar bien o que quieras cuidar a Agoney... Y esta es tu forma de hacerlo.

– Es verdad, después del accidente... Después del ataque – se corrige de inmediato – Cada vez que pensaba en Acosta, sentía miedo, cada vez que recordaba a Ago inconsciente en el coche o en el hospital me angustiaba al pensar que podría pasar algo así otra vez... Así que comenzar con todo esto también fue mi manera de evitarlo, de cuidarle.

Raoul siempre se ha sentido cuidado y protegido por Agoney, pero esta vez sentía que era su turno de cuidar al canario, aunque él también se moría de miedo. Desde el primer momento todo fue un pozo lleno de inseguridad, dudas, angustia, ansiedad y pesadillas que le hacían recordar el peor momento que le había tocado vivir, pero necesitaba hacerlo, necesitaba enfrentar sus miedos y al responsable de ellos.

– Si el juicio de Teresa no sale bien, será una mierda para nosotros, pero sobre todo para ella, porque le habré hecho pasar por todo esto para nada – murmura Raoul sentándose de nuevo en su silla, recordando la primera vez que vio a la joven.

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now