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Su pie se mueve impaciente contra el piso del pasillo esperando a que Raoul salga de la consulta. Es su segundo día con la psicóloga y Agoney le está esperando ansioso.

Hace días la inseguridad se instaló en el cuerpo del rubio cuando llegaron al consultorio de la mujer, y quiso dar marcha atrás, sintiéndose incapaz de hablar con ella. Agoney le entendió, por eso no le presionó, le dió unos minutos para respirar, para tranquilizarse y luego estuvieron sentados frente a la psicóloga que Joan les había recomendado.

Sara, ese es su nombre, una mujer de unos treinta y tantos años, de cabello negro y piel morena, con una paciencia admirable. Agoney agradece haber visto a su novio cómodo con ella, aunque le costó durante los primeros minutos, luego comenzó a soltarse, Raoul empezó a hablar y ninguno pudo pararle.

Hoy ha preferido entrar solo y el canario sabe que está bien ahí dentro. Confía en Sara, porque ha tenido la capacidad de conseguir que Raoul le explicará cómo se sentía el primer día.

Presión, decepción, frustración, miedo, entre las cosas. Raoul se presiona día a día, porque necesita que ambos juicios sean a su favor. Siente decepción, porque nunca pudo demostrar una relación entre ese hombre y el accidente de Agoney, lo que le hace sentir cierta frustración e impotencia. Y miedo, imposible no sentirlo después de ver a su novio durante el impacto del choque, verlo inconsciente en una camilla de hospital y pensar que pudo haber sido peor. También tiene miedo de fallar, de no cumplir con lo que se ha propuesto, tiene miedo de no poder ayudar a Teresa o de no apoyar lo suficiente a Javier en el caso de Lucia, porque el juicio ha comenzado esa semana, y él no ha asistido ningún día.

El juicio de Teresa tendrá lugar en un tiempo más, serán dos sentencia, pero ninguna hará justicia por Agoney. Raoul se siente culpable por eso, porque él no pudo conseguir la información válida que demostrara un vínculo entre el señor Acosta y el choque. Ojalá hubiese podido culparle por ello, pero no lo ha hecho.

El ataque a Agoney ni siquiera es considerado un futuro caso, no tiene posibilidades, se quedará así, sin justicia, sin culpables, simplemente como un accidente, aunque no lo haya sido, como muchos otros casos. Es asqueroso, frustrante, inaceptable, pero sucede, a veces no se hace justicia, e incluso cuando una sentencia es dictada, no siempre es justa.

Agoney escucha el sonido de una puerta y rápido se levanta para encontrarse con Raoul. Una media sonrisa se dibuja en los labios de ambos y en segundos sus cuerpos chocan en un abrazo.

– ¿Estás bien? – pregunta sobre su oído.

– Estoy bien, estoy muy bien – le contesta Raoul.

Ir justamente ese día ha sido un alivio, se ha descargado y ha sido completamente sincero con él mismo. Tiene que ir al juicio de Lucia, y haber hablado con Sara le ha hecho sentir más seguro, aunque sigue nervioso, cree que es normal. Lo importante es que, sea cuál sea el resultado de todo el trabajo que Javier y él han hecho, tiene claro que ha hecho lo correcto, que no se ha dado por vencido, lo ha intentado y el miedo no ha ganado.

– ¿Seguro que estás bien? – pregunta de nuevo Agoney.

– Sí, gracias por acompañarme – deja un beso en sus labios y entrelaza sus manos para salir de ahí.

Por la tarde es Agoney quien debe volver para su sesión. Sara le está ayudando mucho con esos fantasmas nuevos que han aparecido en su vida. Las inseguridades, la frustración, la irritabilidad y los celos, cada uno de ellos tienen un factor desencadenante y la psicóloga le ha sugerido que determine cuál es el más difícil de controlar. Aunque ambos saben que es algo pasajero y que ya ha comenzado a manejar, las herramientas que ella puede aportarle para mantener y aumentar ese control, son absolutamente válidas y necesarias.

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now