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Tres semanas han pasado, tres semanas en las que las tardes de Agoney han sido una mezcla de risas, dolores de cabeza y nervios, pero a la vez, esas tardes han sido menos frustrantes de lo que esperaba.

A medida que los días avanzaron fue más sencillo recordar algunos detalles de su trabajo en la cafetería, también ha hecho recorridos más largos en el coche y aunque aún no se atreve a hacerlos sin compañía, cada vez se siente más seguro detrás del volante.

Son muchos los factores que tiene a favor y después de tantos desánimos o leves depresiones, el moreno cree que es momento de disfrutar un poco más, de relajarse y de dejar de acumular tensiones innecesarias. Se ha propuesto ignorar la negatividad que a veces le invade y guardar el orgullo en algunas ocasiones, es por eso que sale más que satisfecho de la oficina de su primer cliente.

Como Javier dijo, le ha recomendado con un amigo para que Agoney pueda asesorarle, y sí, lo ha hecho bien. Siente una alegría en el pecho que no puede describir, está feliz y espera que ese hombre haya sido el primero de muchos clientes.

Mira su reloj y comprueba que ha terminado antes de lo planeado, por eso aprovecha lo que queda de mañana para acercarse él al bufete de su suegro y esperar a su novio.

Con una sonrisa boba y orgullosa camina tranquilo, aún falta más de una hora para su cita con Joan así que puede comer algo mientras espera que Raoul se desocupe de su trabajo.

Que cada uno tenga que cumplir horarios diferentes les ha dificultado pasar tiempo juntos los últimos días. El rubio está trabajando mucho, sobre todo junto a Javier en el caso de Teresa, pero aún así, han podido encontrar algunos momentos del día para verse y hacerse compañía durante algunas noches, pero sí, sólo para dormir.

Estar toda la tarde entre cafés no es tan malo, pero los viernes suelen ser bastante agotadores, y Agoney agradece que una de las consecuencias de su lesión no hayan sido problemas motores, porque era una posibilidad. Aunque lo ha pasado un poco mal con su cabeza haciendo de las suyas, volver a una rutina que no implique sólo estudiar para sus exámenes, le está ayudando bastante.

Oxigenar su cerebro por las mañanas mientras corre cerca de casa o dedicarse a tocar el teclado mientras Raoul trabaja, le están haciendo volver a sentirse él mismo otra vez. Por supuesto, Sara también está haciendo un gran trabajo, haciéndole ver que cerrarse o enfadarse no es una solución.

Respirar, pensar y luego continuar, esos son los pasos que Agoney sigue cada vez que lo necesita.

Camina tranquilo varios minutos más hasta que llega al bufete, saluda con una sonrisa a Manolo y a su secretaria, para después tomar asiento y esperar a su novio.

– Muy bien, así me gusta, ahí quieto y sin distraer a tu pollito – bromea Manolo.

El moreno ríe y se sonroja un poco al escucharle pero no dice una palabra. El mismo Raoul le ha dicho que es una gran distracción para él, y no es que Agoney sea egocéntrico, pero comprende a la perfección la situación de su novio porque el rubio es una gran distracción para él también.

Varios minutos después siente la vibración de su móvil, observa que es Raoul quién está llamando y sonríe antes de contestar.

– Pollito – dice hablando un poco más bajo para que su novio no le escuche desde su oficina.

Ago, perdón, se me ha hecho un poco tarde, pero ahora paso por ti – se disculpa el rubio.

– Tranquilo, no hay prisa, aún hay tiempo.

¿Dónde estás? – pregunta su novio – ¿Por qué hablas tan bajito?

Hace un esfuerzo por no reír y observa que está solo porque la secretaria del bufete está con Manolo en su oficina, así que aprovecha para bromear unos minutos.

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now