Capítulo 48

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P.O.V. ALBA

- Hola Marina... - Dije, con la voz cansada a causa de llevar cuatro días durmiendo poco y mal.

- Hola Alba! - Me respondió mi hermana - Como estas? Te noto como... Decaída...

- Solo te quería recordar que el jueves vengo a Elche...

- Como quieres que se me olvide?

- No lo se...

- Viene Natalia también, verdad?

Suspiré pesadamente y fregué mis ojos con la palma de la mano que tenía libre.

- Te tengo que contar algo - Le confesé. Ella se quedó callada unos segundos, escuché como andaba y cerraba una puerta.

- Que ha pasado? - Me preguntó.

Entonces se lo conté todo. Desde que ella empezó a llorar hasta que me fui de su casa dando un portazo. Le conté todas las veces que me había llamado esa noche, y yo, como una estúpida, había pasado de ella. Le conté que llevaba cuatro días muy mal y que ahora ella debería estar en Pamplona, hecha mierda por mi culpa.

- Me pasé... Ella no hizo bien en ocultarme lo de la carta, pero... Me estoy comportando como una estúpida. - Sentencié.

- Alba... Ella no lo hizo bien al no decírtelo, pero tu tampoco al no intentar arreglar las cosas...

- En ese momento me estaba volviendo loca, sentía que todo mi mundo se iba a la mierda Marina... Y luego, cuando me llamaba... No quería hablar con ella... Pensaba en lo que me podría haber pasado sin estar atenta, sin saber que el sabía donde vivía y me enfadaba más con ella... A cada llamada me lo recordaba un poco mas...

- Pero ahora así en frío...

- Así en frío me siento imbécil.

- No lo eres... Pero tendrías que solucionarlo Alba... Lo debe estar pasando mal...

- Ya... Pero hasta que no volvamos a Madrid... No quiero hablarlo por móvil, no me gusta.

Se quedó callada unos segundos, pensando.

- Y si le das una sorpresa y te presentas en su casa? - Me propuso.

- Y si me manda a la mierda por mi cambio de humor?

- No lo va a hacer.

- Como lo sabes?

- Tu teoría no se sostiene por ningún lado...

- A demás... Como descubro donde vive?

- No conociste a su hermana?

Lo pensé unos segundos. Elena me había dado su número de teléfono por si a caso, y parecía buena chica, me guardaría el secreto.

- Marina, eres la mejor - Sentencié.

Escuché su risa leve al otro lado de la línea y suspiré. Iba a llevar a cabo su loca idea.

- Alba... - Me dijo, antes de colgar - Sobre todo... No denuncies eh...

- No lo voy a hacer... Hasta que sepa por donde manejar la situación...

- Está bien... Te quiero.

- Y yo más enana.

Colgamos y me quedé un rato tumbada en la cama, mirando al techo de mi habitación. No estaba segura de que ir hasta Pamplona fuese la mejor opción, ni que llamar a su hermana fuese una buena idea, pero aún así, lo hice.

- Hola? - Respondió Elena, confusa.

- Hola... Soy Alba... La...

- La novia de Natalia!

Suspiré con una pequeña sonrisa deseando que Elena no estuviese cerca de su hermana.

- La misma... Oye, estas con Natalia?

- No, está en su cuarto... Si quieres te la paso.

- No! - Grité, asustando sin querer a Elena - Perdón... Es que quiero darle una sorpresa.

- Ah! Perfecto... Tu no tendrías que haber venido con ella?

- Si... Pero tenía que hacer una cosa - Improvisé - Y al final se ha cancelado, así que te agradecería muchísimo que me dijeseis donde vivís, para darle una sorpresa...

Escuché como soltaba un gritillo y me reí, nerviosa.

- Claro... Ahora te paso la ubicación - Respondió.

- Muchas gracias Elena.

- No hay de que!

Iba a colgar pero entonces escuché de nuevo su voz al otro lado de la línea.

- Oye! - Gritó.

- Dime.

- Que si quieres venir mañana a las 12 de la mañana se supone que estará sola en casa... Mi hermano tiene partido de básquet y ella ha decidido quedarse en casa, espero que no cambie de idea...

- Vale... Lo intentaré. Muchísimas gracias de nuevo.

Colgué y empecé a buscar vuelos Madrid - Pamplona. Creo que la suerte me sonreía ese día, ya que encontré uno que me iba perfecto. Lo compré por internet y revisé mi cuenta bancaria. Estaba escasa de dinero, pero la ocasión lo merecía, así que intenté no pensar en eso aunque también me preocupase.

Decidí ir a ver a Bonnie y a Clyde a casa de Miki y Joan, ya que con la discusión no los había visto desde hacía cuatro días y se suponía que Natalia los había dejado con ellos antes de ir a Pamplona.

Llamé a Miki y me dijo que podía ir a comer con ellos si me apetecía, ya que no tenían nada que hacer. Acepté y en tres cuatros de hora estaba en su casa jugando con los gatos.

Eran tan buenos, tan bonitos... La buena vida les estaba empezando a hacer efecto, ya que se veían más animados y no tan delgados como cuando los encontré.

Comí con los dos chicos y me hicieron olvidarme un poco del drama con Natalia y con las fotos, cosa que, internamente, les agradecí. Al acabar de comer miramos una peli y acabamos quedándonos dormidos.

Me desperté con una pequeña mata de pelo negro en la cara. Al principio me asusté, pero al acordarme de donde estaba y de que tenía dos gatos sonreí. Lo aparté de mi cara y lo puse entre mis brazos, acariciándolo.

Al ver al gato negro no podía evitar acordarme de Natalia, de mi cuadro, de su pelo, de su esencia, de su presencia. De todo lo que, por mi culpa, ahora estaba a muchos kilómetros de distancia de mi.

Suerte que mi hermana me había convencido de ir a buscarla, porque no sabía lo que hubiese hecho una semana sin sentir su perfume atravesándome.

Clyde me mordió un dedo, sacándome de mis pensamientos. Al mirarlo y ver su cara traviesa me acordé de las sonrisas que Nat me regalaba entre besos y de sus miradas con hambre entre orgasmos y escalofríos.

Todo ella era un poema y a mi me encantaba recitarlo, leerlo y memorizarlo.

Cuando la tuviese en frente iba a besarle el alma, necesitaba acariciarle el corazón a base de suspiros para que entendiese que nada había cambiado, que el amor había roto con los problemas.

Miré por la ventana y me fijé en los arboles que capitaneaban las calles de Madrid. Sin hacer ruido salí al bacón y respiré del aire que bailaba con las hojas.

El viento nos conocía, ya que, por unos segundos, me regaló tu aroma. Y yo, con los ojos cerrados, le regalé al aire un suspiro, pidiéndole que te buscara y te besara en el cuello.

Y como si me hubiese hecho caso, una ráfaga de aire hizo bailar a los árboles con más fuerza durante unos instantes.

Entonces los entendí. Encerrados en libertad, los árboles, le pedían al viento que los sacara a bailar, para poder dejar caer hojas fuera de su recinto de arena. Hojas mensajeras que llegarían a los pies de otros árboles. Eso eran las hojas, cartas de amor huyendo de su zona de confort para cumplir el cometido de besar a otros árboles.

Y por eso los huracanes unían. Las piezas que el aire no conseguía juntar se encontraban gracias esos remolinos de viento, esos besos escondidos en suspiros.

Stupid Love Song ~ Albalia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora