Natalia se asustó al despertarse en esa habitación que acababa de conocer, pero al recordar que estaba en Madrid una mezcla de incertidumbre y alegría invadió su cuerpo.
Se levantó, tenía hambre, pero recordó que no tenía nada de comida en casa, así que decidió vestirse y bajar a descubrir las calles que rodeaban el edificio en el que ahora vivía.
Se lavó la cara y los dientes. Se puso una camiseta blanca como la que llevaba el día anterior, un peto holgado de color granate y una cinta para el pelo del mismo color, acompañando a una coleta divertida gracias a su corto pelo.
Cogió una pequeña mochila negra, guardó el monedero, el móvil, una libreta y un bolígrafo por si le venía la inspiración, conectó los auriculares al móvil y salió del piso. Al salir a la calle, pese la hora que era, la encontró bastante transitada. Miró a derecha y a izquierda, no sabía hacia donde ir, pero escogió la derecha, ya que la mayoría de gente andaba hacía ese lado.
Mientras escuchaba música, Natalia se iba fijando en lo que la rodeaba. Andar así por las calles de donde vivía antes, implicaba encontrarse a conocidos, algunos la miraban con cara afable, pero había otros que no, la miraban como si fuese el bicho raro del pueblo, como si les hubiese hecho algo. Pero en Madrid tenía la sensación de que podía vestir y hacer lo que quería sin ser juzgada, era libre, encajaba.
Des de lejos vio un pequeño establecimiento muy acogedor, tenía un ambiente rustico y no había demasiada gente. Al acercarse observó el interior del bar, había mesas, casi todas vacías, luces colgaban del techo, como si de lluvia en pausa se tratase, y al abrir la puerta un olor a chocolate caliente la invadió. Decidió entrar, pidió un chocolate y se sentó en una mesa al lado de la gran ventana que dejaba ver la calle por donde había venido.
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Alba se despertó escuchando una música que se escondía entre el ruido de agua caer. María se estaba duchando. Miró el móvil, eran las 10.30, había dormido bastante, así que se levantó y se dirigió hacia el armario, de éste sacó una camiseta negra de manga corta y unos pantalones holgados de color tejano. Se acabó de vestir casi a la vez que escuchó como María terminaba de ducharse.
Salió de la habitación, y se encontró a su compañera de piso envuelta en una toalla amarilla.
- ¡Ya estás despierta! - Dijo María - Yo normalmente duermo más eh, pero no lo se, hoy me apetece ser productiva - Dijo riéndose.
- ¡Que bien! - Respondió Alba con una sonrisa tímida en la cara.
- ¿Ya has desayunado?
- Iba a hacerlo ahora...
- Pues no lo hagas, que no hay casi nada de comida... Te quiero enseñar un bar al que voy normalmente, tienes pinta de que te va a encantar. ¿Me das cinco minutos? - Dijo María mirando su cuerpo.
- Claro - Respondió Alba.
Estaba contenta, María era una chica muy agradable, no la conocía mucho, pero lo poco que había podido ver de ella esas horas le gustaba. A los cinco minutos María salió peinada y vestida, aunque con el pelo mojado. Alba la observó con admiración, ¿como podía haberse arreglado tan rápido? María se la quedó mirando, no entendía muy bien porque la miraba así, pero le hacía gracia esa chica. Se rió, haciendo despertar a Alba.
- Venga, vamos - Dijo María.
Salieron a la calle, Alba siguió a María, mientras se conocían. María le contó que tenía novio, pero que él llevaba fuera mucho tiempo por los estudios, le preguntó a Alba si había alguien en su vida, y ésta le contó su reciente ruptura. María cambió de tema, y estuvieron hablando de muchas cosas, en las cuales coincidían en su gran mayoría. Eran bastante parecidas, y a las dos les alivió saberlo, ya que tendrían que convivir durante mucho tiempo.
Llegaron a un bar rustico con muchas luces. A Alba, como ya había previsto María, le encantó, pero antes de entrar, a través del cristal, se fijó en una chica con flequillo y una cinta de pelo granate, que escribía concentrada en una pequeña libreta. Este dato no pasó desapercibido por María, la cual le cogió del brazo y la obligó a entrar en el bar.
Pidieron y se sentaron a unas mesas de distancia de la chica, la cual no percató su presencia. La chica mordió el lápiz, escribió algo en la libreta y sonrió ampliamente, dejando ver una sonrisa perfecta, que atrapó a Alba.
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Natalia le estaba poniendo letra a una melodía que hacía días que le rondaba la cabeza, sonrió al ver que le gustaba lo que estaba componiendo. Levantó la cabeza para pensar, pero en ese momento vio unos ojos color miel que la observaban a unos metros de ella. La chica a la cual pertenecían esos ojos enrojeció y bajó la mirada, gesto que a Natalia le hizo gracia y rió suavemente.
Observó mejor a la chica. Llevaba el pelo teñido de rubio, con un corte casi igual al que ella, ya que el pelo estaba lejos de llegar a sus hombros y su flequillo cubría su frente. Era realmente guapa. Iba acompañada de otra chica, también rubia con el pelo muy largo.
La chica del pelo largo miró a Alba, y al ver que tenía la cara roja se rió y miró de reojo a Natalia. Natalia vio ese gesto y volvió a bajar su vista hacia la libreta, intentando volver a concentrarse, pero le resultó difícil, y eso era raro, ya que normalmente no le costaba escribir. Los ojos miel de esa chica se le habían clavado en la mente.
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Stupid Love Song ~ Albalia
FanfictionEn medio de una gran ciudad, una escuela de música y dos mudanzas. Dos voces y una mirada. Esos ojos, esa sonrisa. Otra canción de amor sin rumbo que inicia en sus labios. Un huracán.