I: Un día tranquilo

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Narrador Externo:

—¡Sebastian! —llamó la joven chica a su mayordomo.

Apareció un elegante hombre con ojos carmesí vestido de frac negro, el mismo color que su liso cabello. Bastante alto, y con una mirada bastante atractiva.

—¿Me llamaba, Ojio-chan? —él no tardó más de 5 segundos en llegar.

Samantha, una joven chica de trece años, condesa de la familia Harrelson. Ojos esmeralda y cabello castaño, bastante largo y sedoso. No era muy alta en estatura para su edad, pero nadie hacía mención de ese aspecto. Mirada alegre, pero melancólica; dulce, pero misteriosa. Se desconoce de su pasado, o al menos por el momento.

—Quiero que me traigas algo dulce —Samantha hizo su petición—, como un pastel, por ejemplo.

Yes, My Lady —respondió el mayordomo, haciendo una pequeña reverencia.

Sebastian no tardó mucho en traerle un pedazo de pastel de fresas con crema a la señorita Samantha, acompañado de una taza de té Earl Gray.

—Gracias, Sebastian —dijo Samantha tomando el tenedor para dar el primer bocado lo antes posible.

—No debe agradecerlo, después de todo, sólo soy un simple mayordomo.

Estas palabras siempre hacían que Samantha se sintiera extraña, siempre tuvo una educación humilde que le enseñó a agradecer todo, pero debía aprender que para los nobles las cosas eran diferentes. ¿Acaso un noble debía ser cruel? ¿Cortante? Todo seguía siendo nuevo para ella, aunque se estaba acostumbrando.

Samantha terminó su postre, dejó los platos a un lado.

—¿Podrías decirme el itinerario de hoy? —le pidió a su mayordomo.

—Entendido —dijo Sebastian para luego sacar una libreta—. Parece que su día está lleno de cursos, lady Samantha.

La condesa lo miró con una ceja alzada, esperando que Sebastian le dictara su itinerario sin más rodeos.

Él sonrió levemente, le divertía la adorable seriedad de aquella niña, que muchas veces no era natural. Ella era tierna, dulce, pero su posición la obligaba a ser de un temperamento más fuerte.

De todas formas, a Sebastian le encantaba esa personalidad, esa alma...

El mayordomo fue al grano y leyó en voz alta el itinerario:

"8:00 – 8:15 Levantarse.
8:15 – 8:45 Desayuno.
8:45 – 11:00 Clases de piano.
11:00 – 11:30 Tiempo libre.
11:30 – 12:15 Yoga.
12:15 – 13:00 Almuerzo.
13:00 – 15:00 Clases de costura.
15:00 – 19:00 Clases de pintura.
19:00 – 19:45 Cena.
19:45 – 22:00 Rutina de finalización del día y preparativos para el día siguiente.
Y, a las 22:00 horas, Ojio-chan ya debe estar en su cama".

—Ya veo —comentó Samantha con una sonrisa de conformidad—, hoy no será un día de tantas responsabilidades.

—Así es —dijo Sebastian, para después sacar su reloj de bolsillo y ver la hora—. Son las 11:10, en veinte minutos debe ir al salón de yoga a meditar para su relajación.

—Entendido —contestó ella.

—Nos veremos ahí entonces —dijo el mayordomo con una sonrisa, seguido de esto, salió de la habitación de la señorita.

Ella aprovechó el tiempo para preparar sus cosas, no le gustaba perder tiempo, aunque tuviera mucho.

Terminó de ponerse su ropa cómoda para la yoga, luego se acostó en su cama a que pasara el tiempo, mientras seguía pensando en como terminó en esa mansión llena de lujos y un mayordomo... y uno no tan humano.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora