LI: San Valentín (Parte 2)

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Narra Alois:

Hoy era San Valentín; la pasaría con Samantha todo el día y pasaríamos mucho tiempo juntos. Seguramente sería mi día favorito, y mi festividad favorita del año.

Claro, cómo no amar el día de San Valentín si existía alguien que era el motivo por el cual celebrar.

Llegó un carruaje a la mansión, finalmente Samantha había llegado. Salí a recibir a Samantha con un fuerte abrazo, ella también me abrazó.

—Feliz día de San Valentín, Alois —me dijo. Fueron seis palabras que me alegraron el alma.

—Feliz día de San Valentín a ti también, mi querida Samantha —le contesté, pude notar que le había gustado, pues me vio con una sonrisa y sus mejillas sonrojadas.

«¿Cómo puede ser tan linda?», pensé, admirando su belleza.

Me separé de ella, pero no solté sus manos.

—¿Dónde quieres estar primero, Samantha? —le pregunté, pues no podíamos perder un solo segundo de tiempo, a pesar que ella se quedaría esta noche a dormir conmigo.

¿Iríamos a dormir juntos? Realmente, no tenía idea, tenía bastantes habitaciones disponibles en mi mansión incluso para que ella tuviera para elegir, pero... ¿cómo ibamos a desperdiciar una oportunidad así?

Entonces recordé algo: ya habíamos dormido juntos anteriormente. En ese caso, no habría problema en que volviéramos a hacerlo, ¿no?

—Tu jardín es inmenso, ¿qué me dices si pasamos el tiempo ahí? —respondió Samantha mi pregunta. No se cuánto pasó en lo que ella contestaba, mis pensamientos incluso me hicieron olvidar que le había preguntado algo—. Tienes unas flores de jacinto muy bellas y unas rosas hermosas.

—Está claro que le encantan las flores, Ojio-chan —dijo Sebastian, con su dedo índice curvado sobre la barbilla y sonriendo levemente—. Adelante, aproveche el tiempo.

Samantha volteó a verme, esperando algún tipo de propuesta de mi parte. Asentí con la cabeza, dando a entender que fuéramos inmediatamente.

Narrador Externo:

Los dos enamorados llegaron al extenso jardín de la mansión Trancy, donde había un gran laberinto de arbustos y más arbustos llenos de bellas flores.

La condesa fue directamente a donde estaban las rosas, rosas rojas como guindas. Se recostó junto a las flores y Alois fue junto a ella.

—Amo las rosas —dijo Samantha, tomando una y viéndola con detenimiento.

—Son muy bellas —contestó Alois—, pero no tan bellas como tú.

Samantha rió un poco nerviosa ante las palabras de Alois. La vergüenza la hizo evitar hacer contacto visual con él y en vez de eso, vio al cielo.

—¿Recuerdas que antes de estar comprometidos, también vimos las nubes en este mismo jardín? —dijo Samantha.

—Tienes razón. Los momentos son los mismos, pero mejorados —contestó Alois recostándose junto a ella y viendo las mismas nubes que ella miraba—. Amo estar a solas contigo, Samantha.

—A mí también.

—Podría pasar recostado contigo en el césped por la eternidad —rodeó a Samantha con sus brazos y ella se sonrojó por el repetino abrazo.

Ella le siguió el abrazo. Abrazar a Alois era comodidad extrema, incomparable. Era más que un abrazo, era un acto que expresaba mil cosas: mil cosas que se podían sentir fácilmente, que la hacían sentirse amada y sentir que amaba a alguien.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora