Narra Samantha:
Este era mi tercer día dentro de esa mansión, con un demonio siempre a mi lado. Lamentablemente, ese no era Sebastian, sino Misifus. Empecé a preguntarme por qué no le daba una oportunidad a Misifus: era amoroso, me mantenía ahí sin tortura alguna –aunque sí estuviese en esa mansión en contra de mi voluntad–, no me guardó secretos y realmente me quería.
«Samantha, reacciona», me dije a mí misma en mis pensamientos. «No puedes aceptar a Misifus, ¿acaso ha sido mejor que Sebastian? Aunque, por alguna razón, no venga a buscarte, sabes que Misifus no le supera».
Lidiar conmigo misma era aún más difícil que lidiar con los ojos rosa brillante de Misifus cuando se mostraba como el demonio que era.
—Tengo que salir hoy, Lady Samantha —me dijo Misifus—. Seguramente volveré mañana u hoy muy tarde, así que espero venir a encontrarte en tu cama ya dormida. También, aunque ya no hayas intentado escapar últimamente, cerré absolutamente todas las salidas existentes en esta mansión, así que no vayas a intentar nada arriesgado, no quiero que te lastimes.
Se despidió de mí con un pequeño beso en la frente y desapareció de mi vista.
Finalmente, después de tres días, estaba lejos de ese demonio. Él definitivamente estaba lejos, pude sentir que se encontraba lejos de la mansión, muy, muy lejos. Sabía que volvería mañana, no sería más de un día de tranquilidad. Pero algo es algo, ¿no?
Ahora estaba yo, en medio de la rosa habitación, lejos del demonio, en verdadera soledad. Me dirigí al tocador y me senté frente al espejo. Observé mi reflejo un buen rato. Mi expresión era seria, no indiferente, pero sí carente de agradables emociones. Supe que si sonreía, sería falso, por lo que mantuve mis labios en la posición en la que estaban.
"Vestir sin sonreír, queda mal", dicen algunas personas, pero pude darme cuenta de una cosa: Misifus había logrado mantenerme bella aún con la melancolía que actualmente invadía mi ser. No es que sea narcisista o una persona con una autoestima que llega hasta los cielos, pero aunque anteriormente me veía como una persona normal, ahora me veía linda. Ahora entendía por qué Misifus me cuidaba tanto físicamente, aunque tampoco entendía el porqué, si lo que quería era mi alma. Era algo muy extraño: lucía como esas muñecas de porcelana que mantienen una expresión triste, pero que sus vestimentas las hacen ver hermosas.
Debo irme de aquí, alejarme de Misifus, inmediatamente.
Mi largo y castaño cabello –que había sido peinado por Misifus esa mañana– adornado con un moño rojo como la sangre, el mismo color de mi vestido. Mi pequeña boca que había permanecido tanto tiempo sin sonreír, y que ni siquiera hacía un esfuerzo por intentarlo. Mis grandes ojos verdes que tampoco mostraban mucha emoción. Mi piel lucía fina, sin imperfecciones. Seguramente, todo obra de Misifus. Todo para que su "muñeca" luciera linda al momento de devorarla.
Tomé un libro –de los muchos que habían en mi mesa de noche– y me fui al sofá de mi habitación. Era un libro con cuentos de hadas, me fui al cuento de Rapunzel. Un cuento que ya me sabía desde antes, y que ahora me recordaba mucho a mí misma: Una chica atrapada en una gran torre por una malvada bruja, sin libertad. Su largo cabello le ayudó para que llegara el príncipe azul a salvarla.
«¿Pero cuándo llegará mi príncipe azul?», me preguntaba. Ahora mismo yo me sentía como una damisela en apuros, una que necesitaba de su príncipe azul para tener un final feliz.
Cerré el libro con fuerza. Los cuentos de hadas no son reales.
Alguien tocó mi puerta y abrió.
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El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]
FanfictionEl demonio Sebastian Michaelis es mayordomo ahora de un nuevo amo; mejor dicho, una nueva ama... Su nombre es Samantha Harrelson, una chica de trece años con cabello castaño y ojos verde esmeralda. Hizo un contrato con este elegante mayordomo a camb...