El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]

LIX: Cada quien es miserable a su manera

Narra Alois:

Samantha nunca llegó, fue una gran decepción para mí. ¿Es que no quería verme? ¿O acaso estaba extremadamente mal? Mi pobre Samantha...

—Samantha no vino —le dije a Claude.

—Me doy cuenta de ello —me contestó él, frío como siempre.

—Entonces iré yo con ella. Prepara el carruaje, iremos ya.

—Mi Señor, es bastante tarde. Aún yendo deprisa, llegaríamos cuando el Sol esté totalmente oculto.

—No me importa. Quiero verla.

La expresión de Claude era imposible de analizar, tan imposible como saber en qué piensa siempre, en qué piensa cada vez que mantiene su boca callada y sus ojos hablando cosas incomprensibles.

Me hizo una pequeña reverencia y se fue a preparar el transporte.

Tomé mi chaqueta y pasé mis brazos por las mangas para estar totalmente listo para ver a Samantha.

El carruaje estuvo listo y me subí de inmediato. Claude condujo el carruaje, por lo que estuve solo dentro dentro de él, pensando sólo en mi Samantha.

El viaje no duró mucho, o al menos yo no lo sentí largo. Bajé del carruaje cuando Claude abrió la puerta y fui a la entrada.

Toqué fuertemente para que me abrieran rápido. Estaba muy preciso, algo me tenía inquieto pero decidido.

Estuve a punto de tocar de nuevo la puerta cuando alguien por fin la abrió. Era Sebastian. Me veía como normalmente lo hacía cuando Samantha no estaba presente, con una mirada de desprecio y odio. Pero a mí nunca me importaba, sabía que eso no podía hacerme daño a mí.

Ignoré todo esto y hablé antes que él pudiese hacerlo.

—Estuve esperando a Samantha y nunca llegó —le dije directamente, sin siquiera saludar o sonreír—. Vengo a verla, necesito verla.

Dije todo esto, pero sabía que Sebastian tendría algún pretexto. Que ella estaba ocupada, o que vine muy tarde, tal vez. Pero ya tenía mis argumentos listos, nada evitaría que viera a mi Samantha el día de hoy.

Me vio con una mueca, supe que tendría que argumentar pronto. Tardó unos segundos en dar su respuesta.

—Como desee —dijo.

Me extrañé mucho. Había aceptado de una forma tan fácil... ¿hablaba en serio?

Había abierto espacio para que yo pudiese pasar. Pude notarlo; la expresión de su rostro no era como la habitual, sino parecía preocupación, tristeza, angustia... tal vez hasta remordimiento.

¿Pero a qué se debía esos sentimientos tan inusuales en él?

Ni idea de qué era podía estar pasando con ese impredecible demonio.

Entré a la mansión y Claude caminó detrás mía.

。。。

Narrador Externo:

En la habitación todavía estaba la señorita Samantha, aterrada en su cama. El cielo era ahora de color negro, era tan oscuro que su miedo aumentaba.

No habían estrellas, nada podía alumbrar esa infinita capa de oscuridad. Tal como su situación, ¿qué clase de luz podría alumbrarla ahora? Ninguna. Nada podría hacerlo.

«Una vida, Samantha, llegada a su fin... y por tu culpa», se repetía en su cabeza constantemente, acompañado de otras reflexiones autodestructivas.