XLII: Otro intento

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Narrador Externo:

—Tengo entendido que normalmente eres servida por Sebastian Michaelis, quien es tu buen mayordomo —dijo el demonio Misifus y sonrió amablemente—. Intentaré cumplir con su mismo trabajo.

A Samantha ya se le había pasado el shock, pero Misifus aún le daba algo de miedo.

El demonio abrió el ropero y sacó un vestido rosa y otro color naranja.

—¿Cuál de estos prefieres? —preguntó el demonio.

—Esa ropa no es mía —dijo Samantha.

—Ahora lo es. Todo esto es tuyo, Samantha —al ver que ella no diría su preferencia, guardó el vestido naranja y optó por ponerle el rosa—. Acompáñane. Debes tomar un baño, estás algo sucia y a mí me gusta que mis muñecas estén impecables.

Dejó la ropa sobre la cama y la cargó para llevársela al baño.

—¿Q-Qué dices? —dijo Samantha.

—Que voy a dejarte linda —dijo Misifus cuando llegaron al baño—. Más de lo que ya eres —sonrió.

Encendió el chorro de agua. En lo que la tina se llenaba, empezó a desabrochar la ropa de Samantha.

—¡No! —exclamó ella empujándolo—. ¡De ninguna forma! Esto sólo puede hacerlo Sebastian.

Misifus suspiró.

Sebastian ya no está para ti. Sería mejor que lo olvidaras, ahora yo ocupo su lugar —volvió a acercarse para seguir con su trabajo.

—¡No! —alejó las manos del demonio—. Sólo Sebastian puede bañarme.

La persistencia de Samantha sacó al demonio de quicio. Se enfadó y agarró a Samantha de la mandíbula con una mano, y la agarró de la cintura con la otra mano.

—Me parece que no soy claro. Olvídate de Sebastian para siempre —dijo molesto y Samantha ya no pudo decir nada más—. Ahora, voy a bañarte, y no opondrás resistencia, ¿verdad?

Ella no quiso asentir, pero se vio obligada a obedecer, no podía hacer nada ante el intimidante demonio.

—S-Sí... —musitó Samantha. Él la soltó.

—Me alegra que lo entiendas —sonrió y pudo desvestirla sin que ella se negara.

Narra Samantha:

Finalmente no tuve más opción que rendirme y dejar que Misifus me bañara. Podría ser amoroso, pero parece que quiere que se haga lo que él quiere.

—No debes sentirte incómoda —dijo sonriendo, casi terminaba de bañarme—. ¿No crees que lo hago incluso mejor que Sebastian?

No respondí.

Terminó de bañarme y empezó a vestirme con el vestido rosa que ya había escogido antes.

—No tienes por qué tenerme miedo, Lady Samantha. Estoy para ayudarte, para que tengas lo que quieres —dijo el demonio, seguramente porque notó que no me sentía cómoda con él.

Él no lo entendía... "para que tengas lo que quieres", dijo, pero él no sabía qué era lo que yo quería. Yo quería a Sebastian, quería a Alois, quería mi vida. No quería estar encerrada en este lugar junto a él, aunque la mansión fuera gigante y él hiciera todo lo posible por servirme a pesar que no era un mayordomo en sí.

—P-Pero tú eres... —no pude terminar de responder, sin saber si era por inseguridad o miedo.

—¿Soy...?

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora