El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]

LXIII: Nada es perfecto

Narrador Externo:

—Acepto.

。。。

La noche llegó y, tal como Trancy había prometido, pasó todo el día en compañía de Samantha. Sebastian no había interferido en nada, por lo que aún no estaba enterado de la gran noticia. De hecho, los únicos que lo sabían eran los mismos condes, que darían la noticia luego.

La luna ya estaba muy en alto y los dos comprometidos jugaban cartas, aunque de una manera distinta.

Esta forma de jugar consistía en que un jugador sacaba una carta del mazo y el contrario debía adivinar si la carta tenía un número más alto o más bajo que la carta anterior. Se decía "low" o "high". Al fallar, se cambiaba de turno de quién sacaba la carta y quién adivinaba. Ganaba quien acertara al acabarse las cartas.

En este momento, Alois era quien sacaba cartas y Samantha quien adivinaba. El rubio sacó una carta con el número nueve.

Samantha pensó un rato en qué responder.

—Van del uno al trece... hay más probabilidades que salga una más baja —analizó ella, en voz alta—. Low.

Alois sacó la siguiente carta, y esta tenía el número cuatro.

—Correcto —dijo el conde—. ¿La siguiente será más alta o más baja que cuatro?

Esta vez, Samantha contestó sin pensarlo tanto.

—Low.

La siguiente carta tenía un tres.

—Nada mal —dijo Alois, orgulloso de su prometida.

—Siguiente, low.

La siguiente carta era dos. Alois estaba sorprendido.

—High.

Y la siguiente fue seis.

—High.

Nueve.

—Low.

Cinco.

—High.

Siete.

—High.

Ocho.

—High.

Doce.

—¡Imposible! —interrumpió Alois antes que Samantha adivinara la siguiente—. No te equivocas ni una sola vez, ¿acaso memorizaste las cartas o algo así?

Samantha sonrió de forma inocente.

—Claro que no. Simplemente soy buena adivinando, ¿no lo crees?

Alois suspiró.

—Podría decir que demasiado —sonrió—. Pero algo que me gusta mucho de ti es que siempre me sorprendas de diferentes maneras.

Antes que Samantha contestara, llegó Sebastian, abriendo la puerta sin tocar previamente.

—Lamento interrumpirlos —dijo el mayordomo—, pero ya casi es hora de que Ojio-chan se prepare para dormir.

—Oh, claro —dijo la condesa, poniéndose de pie.

Fue con Sebastian, pero antes de eso, dijo al conde:

—Feliz noche, Alois —sonrió dulcemente—. Descansa.

—También tú, Samantha —le devolvió la sonrisa al haberse sentido conmovido por la de ella.