XLVIII: Lágrimas, reencuentro y consuelo

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Narra Alois:

Ya no lo soportaba más. Sebastian no quería que fuéramos por Samantha aún, sólo para "poder resolver el caso de Weston".

Al diablo con el caso, al diablo con Weston, ¡al diablo con las malditas órdenes de la reina! No me interesaba que esa anciana se decepcionara de mí, no me importaba perder mi trabajo, no me importaba que el estulto de Derek no regresara a su casa nunca más.

¡No me importaba! Sólo me importaba Samantha... nada ni nadie me importaba más.

Estaba furioso. Ya no soportaría otra excusa de Sebastian, iría a obligarlo a ir por Samantha.

Era molesto que mi mansión fuera tan grande cuando buscaba a alguien. No podía encontrar a Sebastian, en ningún lado.

¡Sebastian! —iba gritando a cada habitación que buscaba. Vaya que las habitaciones me parecían infinitas—. ¡Sebastian! ¡Muéstrate en ese mismo instante! No me importa que no quieras ir con Samantha, yo sí quiero. ¡Iremos quieras o no!

Estúpido demonio. Seguramente se estaba escondiendo o haciéndose el loco, el muy cobarde.

Ya no sabía dónde más buscar, incluso yo me perdía en esta mansión tan grande.

Me estaba dando por vencido, no había nadie más que yo: Samantha estaba secuestrada, Sebastian seguramente escondido, y Claude... nunca puedo saber en dónde está ni qué hace, al menos.

Terminé en un pasillo por el cual ya había pasado seguramente unas cuatro veces, un pasillo con alfombra verde y puertas completamente iguales una con la otra. De espaldas me apoyé en una pared y me dejé caer, en el suelo abracé mis piernas dobladas mientras hundía mi rostro en mis rodillas, evitando seguir viendo los lujos que me rodeaban y tanto me frustraban.

¿Por qué era yo tan desgraciado? He sido una mala persona, lo admito, pero eso mismo se debe a lo desgraciada que ha sido mi vida desde que nací. ¿Acaso debí mejor no nacer? Mi vida tiene menos sentido que cualquier otra. Samantha podría estar muerta, entonces mi vida ya no serviría de nada a nadie. Ni para la reina, quien puede contratar a alguien más para mi puesto sin ningún problema. Pues así lo hizo con Phantomhive, ¿no? Samantha tomó su lugar cuando, según el mundo, él pereció.

Así es la vida. Si ya no estás, tomarán tu lugar. Te reemplazarán.

Pocas lágrimas salieron de mis ojos con todos estos pensamientos, las sequé con las mangas de mis brazos e intenté no llorar más. Aún así, seguí haciéndolo un rato, fue inevitable. Volvió a pasar por mi mente la idea de acabar con mi vida.

Después de poco tiempo, me dormí. Quedé dormido en el suelo junto a la pared.

。。。

—Lord Trancy.

Me desperté. Entonces me di cuenta que me había dormido. Me despertó una grave voz, una voz proveniente de... ¡¿Sebastian?!

—Lord Trancy, al fin despierta —no estaba despertándome tranquilamente, sonaba agitado y desesperado—. Me costó mucho encontrarlo, quién diría que lo encontraría dormido en el pasillo directo a la biblioteca.

—Fue un descuido —me excusé. Quise reclamar el porqué él no se había aparecido cuando lo llamé tanto tiempo, pero me llamó la atención cómo Sebastian hablaba tan desesperadamente siendo normalmente un demonio pacífico y dulce—. ¿Qué ocurre?

—No hay tiempo —me tomó en brazos, algo que nunca había hecho conmigo, sólo con Samantha. Empezó a dirigirse a una salida de mi mansión—. Iremos ahora mismo por Ojio-chan. Es el momento.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora