LIV: ¿Vivo o muerto?

219 23 9
                                    

Narra Ciel:

Samantha recién había regresado a la mansión, después de dos o tres días. Por alguna razón, en su ausencia la extraño mucho, y en su regreso no tengo idea de qué debo decir o qué debo hacer. Termino saludándola de la forma más lacónica posible, sin querer.

Bard y Finnian me habían dicho que era amor, pero yo estoy seguro que están equivocados. En mi vida ya no puede haber nada, no puede haber amor... ya nisiquiera sé si tengo vida.

Siento que una cortada en mi garganta o una bala en mi cráneo no me causarían dolor alguno, siento que el mayor dolor es seguir presente dudando si realmente estoy vivo o no.

Puedo sentirme cansado, puedo sentirme triste, pero ¿por qué no puedo sentirme feliz? ¿Por qué no puedo sentirme con energías? ¿Por qué simplemente no puedo sentir que tengo vida?

¿Y si realmente estoy muerto? Para todo el mundo –excepto para las personas de esta mansión–, estoy muerto, estoy desaparecido, simplemente no existo.

Ciel Phantomhive ya no existe, entonces ¿por qué está aquí ahora? ¿Realmente está? Si es tan obvio, ¿por qué dudo tanto? ¿Por qué siento que tengo menos sentido que nieve en verano? ¡¿Por qué no puedo estar seguro de nada?!

El aire pasa por mis fosas nasales para entrar a mis pulmones y luego salir, necesito de alimento para no seguir sintiendo hambre, el hueco de mi ojo derecho me duele, ¿por qué? ¿Por qué duele, pero no me hace sentir vivo?

No me di cuenta que estaba jalándome el cabello y que estaba apretando fuertemente mi mandíbula hasta que un toc toc de la puerta me sacó de mis pensamientos.

Vi la puerta con mi único ojo y esta se abrió. La persona que había tocado era Sebastian. Pidió permiso y, seguido de esto, entró. Pareció notar mi reciente desesperación, pero lo disimuló con su sonrisa habitual.

—Lord Phantomhive, no pensé que estaría en este lugar —dijo, luego pasó adelante y cerró la puerta detrás de él—. Toqué la puerta por alguna posibilidad de que alguien más estuviera aquí. Podría pensar que usted estaría en cualquier otro lado menos aquí. Dígame, ¿qué hace en la oficina de Ojio-chan?

—Se veía un lindo, tranquilo y elegante lugar —justifiqué—. Además, los sillones son muy cómodos y las ventanas bastante grandes.

—Pues no sé si Ojio-chan estará muy feliz del hecho que esté ocupando su escritorio. Le recomiendo que no lo moje de lágrimas.

Fulminé a ese odioso demonio, pero no pareció importarle mis sentimientos.

—¿Y qué haces tú aquí? ¿No deberías estar con tu Ojio-chan en sus clases, o algo así?

—Sus clases no empiezan aún, y, aprovechando el tiempo, vengo a ordenar un poco este lugar. A Ojio-chan le gusta tener los libros del más grande al más pequeño.

Se fue directamente a la librera y empezó a ordenar y desempolvar los libros. La conversación finalizó de forma muy rápida, como si nunca hubiese empezado.

De nuevo, me sentía solo. Solo a pesar de que estaba al menos tres metros de el demonio que alguna vez había sido mío... que alguna vez había deseado mi alma, el demonio que sacrificada hasta su infinita vida por que a mí no me sucediera nada.

Ahora era solamente un sirviente de la mansión donde yo estaba viviendo. Yo ya no le importaba a él, yo ya no le importaba a nadie.

Me recosté sobre la mesa, viendo las perfectas manos de Sebastian –blancas por los guantes– tomando los libros uno a uno y volviendo a colocarlos.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora