VIII: No confíes en él

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Narra Samantha:

Cuando terminé de relatarle al conde mi pasado y cómo fue mi contrato con Sebastian, se vio bastante sorprendido. No podía culparlo, ya que era una historia bastante inusual, algo que obviamente no sucedía todos los días.

Aunque la historia de él había sido también muy trágica, aún parecía tener el corazón para conmoverse con la mía.

—Guau —dijo, expresando sorpresa—. Quién diría que tenemos tanto en común.

—¿En común? —me pareció extraño que hiciera esas comparaciones.

—¡Así es! Los dos crecimos como huérfanos, vivimos un terrible incendio e hicimos contratos con nuestros demonios.

—Tienes razón —dije, dedicándole una sonrisa—. No imaginé que mi vida fuera tan parecida a la del conde Trancy.

Era agradable que no se tomase todo tan melancólicamente, sino que viviera feliz por el presente. Al menos eso podía apreciar, ya que comparaba nuestros puntos en común, aunque sonaran tristes.

El pasado era solo pasado, algo irrevertible que dependía solo de la perspectiva con la que uno quisiera verle. No había por qué lamentarse, si el presente no daba lugar a quejas.

。。。

Nuestra reunión siguió durante mucho tiempo. No supimos cuántas, pero definitivamente habían sido varias horas. Pero no sentimos el tiempo pasar hasta que nuestros mayordomos nos hicieron darnos cuenta de ello.

—Señor —intervino Claude; el mayordomo del conde—, se está haciendo tarde, es hora de que regrese a su mansión.

—¿Eh? No me quiero ir aún —dijo Alois, oponiéndose decididamente.

—El mayordomo tiene razón, Ojio-chan —dijo Sebastian—. El conde debería retirarse ya; empieza a anochecer.

—Entiendo —dije sin más rodeos. Me dirigí a Alois—. Nos veremos en otra ocasión, conde Trancy.

Él suspiró, parecía que quería que yo también insistiera. Pero igual no podía hacer eso, no podía ser tan terca.

—Está bien —dijo el rubio, luego se puso de pie y sonrió—. Eres una persona bastante agradable, Samantha.

—Digo lo mismo de ti —dije, devolviéndole la sonrisa. 

Sebastian y yo encaminamos al conde y a su mayordomo a la entrada de la mansión. Trancy y yo compartimos algunas palabras durante el camino, como si el tiempo realmente no alcanzara.

Llegamos; ya era hora de despedirse.

—Ha sido un gusto, Samantha Harrelson —dijo Alois.

—El gusto ha sido mío —le respondí con una sonrisa sincera.

El conde se dio media vuelta y caminó seguido de su sirviente. Se subió al carruaje con ayuda de su mayordomo, quien después se puso de cochero y puso en marcha a los caballos para dejar el lugar.

Sebastian y yo nos quedamos parados en el mismo lugar en silencio mientras mirábamos cómo se alejaba el carruaje.

Me quedé pensando cuándo iría a ver aquel carruaje aquí, de nuevo; cuándo iría a volver a tener la presencia del conde Alois Trancy entre las paredes de mi mansión, cuándo sus largas botas con tacón volverían a caminar sobre el liso suelo de mi hogar.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora