IV: El casi cometido error

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Narrador Externo:

—Me alegra que sean la nueva servidumbre —dijo la joven condesa; luego, se dirigió a su mayordomo—. Buen trabajo, Sebastian.

El demonio mayordomo sólo le respondió con una sonrisa.

。。。

La condesa y su mayordomo se dirigieron a la pieza de la señorita. La nueva servidumbre se fue a hacer sus respectivos deberes. Sebastian les había dado un breve repaso a cada uno antes de la presentación; pero, con lo torpes que eran, aún tenía cierta desconfianza.

Aún así, les confiaría los quehaceres antes que Samantha dudara de las capacidades de los nuevos empleados.

El mayordomo y su joven ama entraron a la habitación y Samantha se sentó en su cama.

—Sebastian —habló a su mayordomo—, quiero descansar.

—Si Ojio-chan ya terminó todos sus deberes, no hay problema alguno.

—¿Uh? ¿En serio? —dijo Samantha. No esperaba que fuera tan fácil que la dejara; incluso había preparado pequeños argumentos que ahora parecía que no necesitaría.

—¿My lady ya terminó su papeleo? —preguntó Sebastian a su ama, viéndola directamente.

—No queda nada pendiente —dijo ella, determinada y confiada.

—En ese caso, puede descansar, my lady —dijo el elegante mayordomo, haciendo una pequeña reverencia.

Sebastian empezó a sacar la ropa de dormir de la joven condesa de su ropero. Seleccionó un camisón color azul pastel.

—¿Desea que la ayude? —preguntó el mayordomo, dejando la ropa de dormir sobre la cama, refiriéndose a si la ayudaba a vestirse. Tenía una sonrisa pícara en el rostro.

—S-Sebastian... —dijo Samantha. Estaba sonrojada, pero lo intentaba ocultar; hablando de forma seria.

El demonio sólo rio levemente.

—Entiendo, lo hará usted sola —dijo, luego se levantó—. Esperaré afuera.

Salió de la habitación y cerró la puerta para darle privacidad a su ama.

«¿Por qué siempre pregunta eso? ¿Por qué ama molestarme? Sólo consigue ponerme nerviosa», pensaba Samantha, mientras se cambiaba.

Terminó de ponerse el camisón y, la ropa que se había quitado, la dejó sobre la cama. Llamó a Sebastian para que volviera a entrar, y así lo hizo él.

—Estoy lista, Sebastian —dijo la señorita.

—Entendido.

Samantha se acostó en su cama y Sebastian la arropó con la extensa sábana.

—¿Desea algo más, Ojio-chan? —preguntó el mayordomo.

—No, gr... todo está bien —dijo la señorita ya con los ojos cerrados. A tiempo evitó decir "gracias".

—En ese caso; que descanse, my lady —dijo Sebastian, cerrando las cortinas de su habitación. Luego, salió, dejando a su ama descansar sola.

。。。

«Es una gran ventaja que Ojio-chan esté durmiendo ahora», pensó el mayordomo, «podré revisar que Mey-Rin, Bard y Finny estén haciendo bien su trabajo».

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora