LXI: Sin más sentimientos negativos

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Narrador Externo:

Para suerte de Samantha, pudo dormir la noche sin sufrir de ninguna pesadilla. Recientemente la tarde del día anterior, Ciel pereció a manos de Sebastian, a órdenes de ella. Aún así, el dolor había disminuido. ¿Sería gracias a Alois? Había algo que le decía que así era, que seguiría en gran desgracia si él no hubiese aparecido a tiempo.

Toda ansiedad había desaparecido después de haber descansado el tiempo debido, y sabía que las cosas no la harían caer de nuevo.

Aunque se sentía mejor, era extraño que se había levantado antes que llegara Sebastian a abrir sus cortinas. Tal vez en el fondo aún no se sentía del todo bien; pero, aún así, tenía fe en que aquel desatino quedaría en el olvido.

Samantha sacó de la gaveta de su mesa de noche un pequeño reloj, que le indicó que eran las 7:45 de la mañana. Se supone que era despertada a las 8:00 en punto, lo que explicaba que su habitación seguía oscura.

La condesa se levantó y fue directo a la ventana. Corrió las gruesas cortinas –de las cuales su grosor explicaba cómo bloqueaban tanta luz dentro de la habitación– y vio a través de su ventana. Todo lucía tan normal, tan tranquilo...

El sol brillaba como cualquier otro día, como si lo sucedido la tarde pasada hubiese sobrevivido sólo en su memoria.

Ojalá sea así.

De repente le entró curiosidad del cadáver de Ciel... ¿Seguiría ahí? Pero si no fuera así, ¿por qué ya no lo estaría? ¿Y si... Finny lo vio?

Quiso asomar su cabeza para ver, pero antes que pudiese hacerlo, Sebastian abrió la puerta y Samantha, levemente sorprendida, volteó a verlo.

Aparentemente, había llegado unos minutos antes a levantarla, aunque ella ya lo había hecho.

—¿Ojio-chan? ¿Ya estaba despierta? ¿Cuánto tiempo lleva en la ventana?

Samantha sonrió antes de contestar.

Ahí estaba, era la sonrisa de Samantha, la verdadera sonrisa que tenía habitualmente. Era una gran tranquilidad y euforia poder apreciar que Samantha estaba sonriendo de esa manera tan dulce y sincera que todos amaban.

Como si todas sus tragedias hubiesen cesado, mejor dicho, como si no hubiesen existido. Qué agradables eran aquellas personas que eran capaces de ver flores sobre la tierra destruida, aquellas que afrontaban sus problemas para no perder el ánimo.

—Acabo de despertarme —dijo ella, con esa voz que sonaba tan dulce como un pastel—. Estaba esperándote.

Sebastian se sintió mucho mejor con la actitud de su ama. No podía esperar menos de ella. Le devolvió la sonrisa.

—¿Por qué no me ahorró un poco de trabajo y al menos empezó a escoger su ropa?

—Te ahorré el tiempo que tardas en despertarme, seguramente es lo que más tiempo toma.

La condesa rio levemente y Sebastian no podía estar más feliz del estado alegre en el que ella estaba.

No pudo evitarlo y se acercó a ella para darle un abrazo. Así es, otro abrazo.

A Samantha seguía sorprendiéndole, seguía siendo insual para ella. Era ya la tercera vez que la abrazaba –sí, llevaba bien la cuenta–, y sabía que, si él hacía eso, era por algo.

—No tiene idea de lo feliz que me hace verla bien, Ojio-chan —dijo él—. Me alegro que haya podido afrontar lo sucedido el día de ayer. Oh, también disculpe que la abrace de repente, pero podría incluso derramar lágrimas de la alegría. Pero créame que estoy orgulloso que sea tan fuerte; no todos son capaces de afrontar tales situaciones de desesperación.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora