LVIII: Ama y mayordomo manchados de un crimen

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Narrador Externo:

Sebastian tenía los ojos abiertos como platos ante la petición de su ama.

"Mata a Ciel Phantomhive".

Esperaba cualquier cosa, cualquier otra cosa menos esa. ¿Su ama le había pedido que matara a alguien? ¿Alguien que vivía bajo su mismo techo?

—O-Ojio-chan... —dijo Sebastian, seguía desconcertado y sin creerse que lo que recién había escuchado era real.

—¿No me escuchaste? —dijo la condesa. Su mirada no era como la de un asesino, despiadada y vacía, no; era la mirada de una persona decidida y con la ira consumiéndola—. Mata a Ciel Phantomhive —repitió.

—Ojio-chan, debe estar...

—Una orden es absoluta —interrumpió ella, no quería escuchar nada de parte de su mayordomo hasta que hubiese cumplido con la petición—; sin arrepentimientos, sin rodeos, sin cuestionamientos.

Su ama estaba totalmente decidida, pero Sebastian seguía sin creerlo.

Pero ella tenía razón; sin rodeos.

Decidió no cuestionar más, no tendría sentido, ella sabía lo que hacía...

Yes, My Lady —dijo arrodillado ante ella, con su mano izquierda sin guante para mostrar el sello del contrato.

Samantha se sentó en el borde de su cama.

—Aquí te espero. Acaba completamente con su vida, deja que su alma salga de su cuerpo y vaya a donde le sea destinado ir.

Sebastian se puso de pie y asintió con la cabeza. Dio media vuelta para retirarse.

—Y que ni se te ocurra comerla —aclaró Samantha—. Ni le des una lamida, ni siquiera la veas, que no pase por tu mente ni un solo deseo —hablaba firmemente, su voz tenía un tono muy alto y había seguridad en cada palabra y en cada pausa que hacía—, ¿entendido?

Sebastian tenía mucho por decir, pero su respuesta fue breve y concisa.

—Entendido —y se fue de la habitación.

。。。

Ciel se había quedado solo en la cocina después que Sebastian saliera a perseguir a su ama. Seguramente se había creado un gran drama. Pero era culpa del demonio, él había sido el infiel.

La cocina olía a trapos mojados y verduras lavadas, a pesar que pasaba tiempo en ese lugar, no era su sitio favorito. En vista que ya no tenía nada que hacer ahí, salió y fue directo al jardín.

El cielo anaranjado del atardecer le daba al ambiente un tinte tranquilo y desanimado. Habían pocos pájaros de los que habitualmente habían, normalmente llegaban más con la presencia de Finny.

Se veía un día triste, y no sólo por el drama reciente; algo lo hacía sentir inquieto.

—Bocchan —escuchó a Sebastian detrás suya y se volteó a verlo. Se supone que tenía prohibido llamarlo como Bocchan, por lo que estuvo más confundido aún.

—Tú —contestó el niño—. ¿Qué ha pasado con tu ama?

—Eso no importa ahora —el demonio tenía la vista hacia abajo y no dejaba ver sus ojos.

El ex-conde alzó una ceja. El comportamiento de Sebastian era extraño, era inusual para la forma en la que lo había visto hace unos minutos.

El Sabor de tu Alma [Kuroshitsuji]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora