CRY ━ MINSUNG

¡ ocho !

Era el cumpleaños dieciséis de Minho y Jisung estaba muy contento porque lo había invitado a lo misma fiesta a la que irían sus amigos. Han casi cumplía los catorce años y suponía que iba a divertirse mucho, que iban a bailar y ver videos divertidos mientras comían y reían. 

¿Por qué se había equivocado tanto? 

Llegó primero al hogar de Lee y pudo disfrutar la compañía de su Hyung un ratito que aprovechó hasta el último segundo.Había decidido regalarle un conjunto de ropa que obviamente iba a quedarle genial, y Minho le agradeció mientras sonreía como tanto le gustaba a Han. 

El cabello de Jisung ya no estaba tan rubio como hacía un año atrás, sino que parecía un muy claro castaño, pero aún así al mayor le gustaba mucho y seguía pensando que era el pequeño más lindo del mundo. Pero Sungie era su mejor amigo, y dos años más chico que él, ¡no podía pensar esas cosas con un bebé!

—¿Quiénes van a venir? —preguntó risueño tirándose sobre Min.

—Los de siempre, Chan, Hyunjin, Changbin y varias chicas, amigas de la hermana de Jinnie.

Jisung asintió y respondió con un pequeño "oh".

—Sungie.

—¿Qué pasa, Hyung?

Minho acarició las peculiares mechas de Hannie mientras lo observaba sonriendo. El menor significaba tanto para él. Quería cuidarlo, mimarlo, y no verlo llorar nunca. 

—¿Tengo algo en la cara? —preguntó con una mueca triste, preocupado por su apariencia frente a Minho

—Hay un lunar en tu mejilla —Lee sonrió y dejó un corto beso sobre aquél puntito marrón que siempre le había gustado.

Jisung hizo ademán de llevar sus manos hacia su rostro para cubrirlos por la repentina vergüenza que sentía, pero Minho lo detuvo y entrelazó sus dedos en un dulce gesto. Acercó su rostro al del menor y rozó sus narices.

—Estás muy cerca, Hyung.

Rió sin apartar sus ojos de la inocente vista que le daba Han.

—¿Todavía te gusto?

El tinte rosado subió al rostro de Jisung, pensando que era tonto que Minho le pregunte cosas tan obvias.

—¿Por qué lo preguntas? 

—Porque me gusta cuando lo decís.

Con los ojos saltones abiertos como platos, Han respondió. 

—Sí, todavía me gustas —y con todo el valor del mundo, ahora fue él quien preguntó—. ¿Yo te gusto? 

El timbre sonó.