¡ treinta y dos !

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Jisung pasó el resto de la tarde corriendo muebles y colocando todo lo que habían comprado donde creía que quedaría más lindo. Minho, obviamente, seguía las órdenes de su novio, ya que decía que Jisung entendía mucho más de diseño interior y si lo ideaba él iba a quedar mucho más lindo.

Una vez terminaron, comenzaron a preparar el postre para la noche, la madre de Minho dijo que iría a cenar ese día y que ella se encargaría de llevar la cena. 

Cuando Minho puso la torta de frutilla en el horno para que se cocinase, ambos decidieron estrenar la decoración del sillón durmiendo un rato mientras The Neighbourhood sonaba de fondo. Primero se sentó Lee, y entre sus piernas, Jisung. El mayor sostenía a Han como si de un bebé se tratase, como si puediese romperse en cualquier momento. 

En menos de lo que Minho pudo notar, Jisung se había quedado dormido con su respiración chocando suavemente su cuello. Los mimos que realizaba en su cabello azulado nunca frenaron, y si Jisung fuese un pequeño gatito, estaría ronroneado. Los labios de Han se curvaron en una pequeña sonrisa cuando los mimos dejaron de ser en su cabello y se centraron en su espalda baja. Las manos de Minho eran tibias, y a pesar de estar medio dormido, sentía como dibujaba circulitos sobre su piel.

Después de un rato, el timbre sonó y ambos se levantaron.

Minho le pidió a Jisung que fuese él quien abriese la puerta, dado que el mayor no estaba preparado. Lee sentía el corazón en su garganta. Hacía años no veía a adorada mamá. 

Jisung abrió sintiendo la mano de Minho buscar la suya y apretar fuerte una vez ambas estuviesen entrelazadas.

Del otro lado, una mujer de unos cuarenta y tantos años sostenía las manos de dos niños. El pelo negro estaba tiñéndose de gris, y varias arrugas adornaban su rostro. 

—Hola... —susurró Han y al instante miró a Minho, cuyos ojos no se habían apartado de las tres personas paradas en la puerta de su departamento. Notó como las lágrimas comenzaban a acumularse y hacían brillar sus ojos.

—Minho...

—Mamá...

La mujer soltó a los dos niños y se fundió en un fuerte abrazo con su hijo. Apretó sus brazos, rostro y cabello, asegurándose que el muchacho entre sus brazos era el mismo Minho de diez años que le gustaba jugar a las escondidas en la plaza y tomar helado de crema del cielo. 

La madre de Minho se separó del abrazo y por fin notó a Han.

—Hola, señora Yerin.

Le sonrió con una mueca, intentando recordar el  nombre del chico de mejillas redondas.

—¿Cómo estás, Jimin?

—Soy Jisung.

—¡Eso! Jisung. Perdón, es la edad —le sonrió y pasó hacia adentro, dejando su bolso en el sillón y sacándole a los niños las mochilas que llevaban.

—¿Y ellos? —preguntó Minho, observando curiosamente a los pequeños castañitos que seguían a su madre a donde sea que se moviese.

—Tus hermanos.

El mundo de Minho cayó. 





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CRY ━ MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora