¡ cincuenta y cuatro !

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411 días antes

recomendado para mayores de 16 años


Minho observaba el tierno cuerpo de Jisung sobre la cama. Su piel color canela brillaba aún más por la tenue luz de la habitación, resaltando notablemente en contraste las sábanas blancas bajo él. Las manos del menor estaban dulcemente posadas sobre su intimidad, intentando cubrir un poco su desnudez aunque la verdad era que Minho ya conocía cada milímetro de su cuerpo. 

¿Cómo podía verse tan hermoso?

Sus mejillas levemente sonrojadas, sus labios entreabiertos, maltratados y brillosos por la saliva sobre ellos. Su pecho subía y bajaba aceleradamente, víctima de la necesidad de aire que apareció en él luego de que Minho le arrebatase hasta la última gota de oxígeno con besos bruscos pero aún así bonitos. 

Minho se acercó lentamente hacia el cuerpo del menor, sintiendo los ojos de Jisung clavados en él esperando cualquier movimiento. 

Jisung se sentía pequeño al tener a Minho sobre él. Pequeño cuando recorría su cuerpo con besos dulces y cuando sus manos tardaban pocos segundos en acariciarlo desde su rostro hasta sus piernas. Pero cuando se subía sobre él y lo montaba como tanto disfrutaba, se sentía la persona más poderosa de todas, sintiendo las manos de Minho aferradas a su cintura y sus suspiros que se confundían con gemidos suaves. 

Jisung sentía tantas cosas al estar de esa forma con Minho. 

El tacto de Lee hacía su piel arder y sentía como su cuerpo se contraía constantemente. Magia. Minho era magia y él su conejito. 

Su conejito en todas las formas en la que eso podría interpretarse.

Los labios de Minho aterrizaron súbitamente en el cuello de Jisung. Dejó besos y lamidas que provocaban que pequeños gemidos ahogados dejasen los labios del menor. Los besos se convirtieron en mordidas y succiones, dejando marcas rojizas y violetas. 

—¿Te dije cuánto me gusta verte marcado por mí? —susurró bajando su boca hacia el pecho de Jisung, mordiendo cada porción de piel en su camino— Mío, sólo mío.

—Tuyo —jadeó—. Eternamente tuyo. 

Jisung no mentía. Y Minho sabía que el también le pertenecería hasta el fin de los tiempos al pequeño niño que se revolvía excitadamente entre sus piernas.




CRY ━ MINSUNGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora