¡Ey! ¡Tú! ¡Hola, Soy Homicidal Bloody! Pero puedes llamarme Bloody.
Este libro contiene 200 capítulos completos y actualmente está en edición.
Y si tú crees que yo escribo algo cliché, créeme. No lo verás JAMÁS en mi libro, intenta darme un pedido c...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Desde conocía a YoonGi podía jurar que tenía un poder magnético casi similar a un imán para atraer a los problemas en su vida, como tal debió de transformar su vida y hacerse de hierro para poder enfrentarse. Las peleas callejeras con la pandilla de amigos que tenían se hacían cada día más comunes y habituales que antes. Incluso diría que es de lo único de lo que respiraba. Escupía odia, tragaba ira, dormía violencia, vivía a sangre de otros.
El tono de llamada del celular sobre la mesa a un costado de la cama taladraba y perturbada el sueño de una chica a quien le había costado eternidad y media. Bufó completamente molesta y sacó el brazo de debajo de las frazadas de mala gana y comenzó a buscar su celular hasta dar con él. Se apoyó sobre sus codos mientras el cabello hecho una maraña y nido de nudos le impedían parecer una persona decente, con una mirada de somnolencia que se frunció cuando la luz de la pantalla de aquel aparato entró por sus ojos.
Deslizó la llamada y lo llevó a su oreja.—¿Diga?
—¡Kristal, soy JungKook! —ella gruñó exasperada por despertarla. Se giró en la cama hasta quedar observando el techo en la oscuridad completa de su habitación.—Lo siento, Noona si te desperté.
—Sí, ahora dime qué es lo que quieres. O te insultaré.
—Sí. Ah... —se puso nervioso y observó alrededor donde estaba mientras rascaba su nuca nervioso y hasta ansioso observando a su alrededor. Un callejón frente a una puerta metálica oxidada y blanca.—Yo... bueno-
—Ya. No digas nada, adivinaré. —le interrumpió y pasó una mano por su cara sacándose la pereza del cuerpo.—YoonGi está peleando de nuevo.
—Y está tomado.
—No me digas. —habló con un tono de ironía en su voz. Se levantó de la cama con suma molestia sacándose las frazadas que le cubrían el cuerpo y colocó los pies en el suelo. Soltó un suspiro que parecía retenido.—¿Está en el callejón entre los dos moteles?
