121.Violet 20

75 17 0
                                    

Todos los personajes y la historia pertenecen a JK Rowling

POV VIOLET POTTER 20

Vaya mes de agosto que tuvimos Harry y yo. Dos días después de nuestro cumpleaños, vino tía Marge (aunque realmente no es nuestra tía ya que no comparte nuestra sangre, es hermana de tío Vernon) a pasar un mes en casa. Ella es casi peor que los tíos. Sobretodo con comentarios ofensivos contra papá y mamá. No nos dejaba estudiar ni un segundo. Un día, después de aguantarla durante más de dos semanas, Harry explotó y la infló como a un globo.

Nos escapamos de casa y fuimos perseguidos por un perro enorme y que parecía famélico. Por suerte, un autobús noctámbulo pasó en ese mismo momento y nos llevó a bordo. Previo pago de 1 galeón por persona, nos llevó al callejón Diagón en Londres. Nos alojamos en el Caldero Chorreante. Una vez que estuvimos relajados, comidos, duchados y descansados, comenzamos a estudiar en serio

No pudimos estudiar mucho tiempo sin interrupciones, porque el Ministro de Magia, Cornelius Fudge, nos hizo una visita en la posada. Harry estaba aterrorizado, y yo temía por él. Estábamos convencidos que había venido para avisarnos que expulsaba a mi hermano de Hogwarts. Para nuestra sorpresa y alegría no era esa la razón. Nos aconsejó, más bien nos ordenó, que permaneciéramos en el Caldero Chorreante ocultos sin llamar la atención hasta el 1 de Septiembre. Y que sólo saliéramos lo imprescindible por el Callejón Diagón para comprar nuestro material escolar. También nos prohibió usar nuestras lechuzas, nos dijo que era peligroso, aunque no nos aclaró que peligro corríamos.

Así que pasamos dos semanas muy aburridas sin apenas salir del Caldero Chorreante y estudiando como locos. El 31 de Agosto nuestra monotonía se interrumpió, vimos a Hermione y a Ron preguntando a la recepcionista por nosotros.

—¡Harry! ¡Violet!—nos saludó con la mano Hermione. 

A diferencia de mí, su cuerpo se había desarrollado bastante durante el verano. Ya no estaba plana como una tabla cómo y me sacaba por lo menos 10 centímetros cuando antes éramos de la misma altura. Nos acercamos a ellos y nos dimos un abrazo grupal.

—¿Cómo os enterasteis de que nos alojamos en el Caldero Chorreante?—pregunté

—Mi padre —contestó Ron escuetamente.

Seguro que el señor Weasley, que trabajaba en el Ministerio de Magia, había oído toda la historia de lo que le había ocurrido a tía Marge.

—¿Es verdad que inflaste a tu tía, Harry? —preguntó Hermione muy seria.

—Fue sin querer —respondió Harry, mientras Ron se partía de risa—. Perdí el control.—

—No tiene ninguna gracia, Ron —dijo Hermione con severidad—. Verdaderamente, me sorprende que no te hayan expulsado.—

—A mí también —admitió Harry—. No sólo expulsado: lo que más temía era ser arrestado. —

—¿No sabrá tu padre por qué ha perdonado Fudge el castigo a Harry?—pregunté

—Probablemente, porque es el famoso Harry Potter. ¿No puede ser ése el motivo? —dijo Ron encogiéndose de hombros, sin dejar de reírse—. No me gustaría enterarme de lo que me haría a mí el Ministerio si se me ocurriera inflar a mi tía. Pero primero me tendrían que desenterrar, porque mi madre me habría matado. De cualquier manera, vosotros mismos le podéis preguntar a mi padre esta tarde. ¡Esta noche nos alojamos también en el Caldero Chorreante! Mañana podréis venir con nosotros a King's Cross. ¡Ah, y Hermione también se aloja allí!—

Hermione asintió con la cabeza, sonriendo. 

—Llevo unos días hospedada en un hotel muggle cerca de aquí, pero cuando me enteré que estabais aquí les pedí que me dejaran algo de dinero para alojarme el último día aquí.—dijo Hermione.

—¡Estupendo! —dijo Harry, muy contento—. ¿Habéis comprado ya todos los libros y el material para el próximo curso?

—Mira esto —dijo Ron, sacando de una mochila una caja delgada y alargada, y abriéndola—: una varita mágica nueva. Treinta y cinco centímetros, madera de sauce, con un pelo de cola de unicornio. Y tengo todos los libros. —Señaló una mochila grande que había debajo de su silla

—¿Y qué es todo eso, Hermione? —pregunté, señalando no una sino tres mochilas repletas que había a su lado, en una silla.

—Bueno, me he matriculado en más asignaturas que tú, ¿no te acuerdas? —dijo Hermione—. Son mis libros de Aritmancia, Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación, Runas Antiguas, Estudios Muggles...

—¿Para qué quieres hacer Estudios Muggles? —preguntó Ron volviéndose y poniendo los ojos en blanco—. ¡Tú eres de sangre muggle! ¡Tus padres son muggles! ¡Ya lo sabes todo sobre los muggles!—

—Cómo ya le dije a Draco antes que nos atacara el basilisco, será fascinante estudiarlos desde el punto de vista de los magos —repuso Hermione con seriedad.

—Hablando de Draco, ¿sabéis algo de él? —pregunté algo intranquila.

—No, como dijo que no quería que le escribiéramos por si su padre se enteraba de nosotros... —se excusó Ron.

—De Draco no sé nada, pero en cambio me topé con Taurus hace un par de días mientras compraba libros. —dijo Hermione. 

—¿Sigue siendo el mismo chulito de siempre? —preguntó Ron.

—¡Te salvó la vida! —le defendí.

—Ya, pero eso no lo convierte en un santurrón. —continuó Ron.

—Mmmm, le noté cambiado. —dijo y la noté cómo se enrojecía y viendo que yo la estaba observando, se giró avergonzada.

¿Qué estaba pasando aquí? ¿Y por qué me ha empezado a doler el pecho?

—Cambiando de tema, ¿tienes pensado comer o dormir este curso en algún momento, Hermione? —preguntó Harry señalando sus maletas mientras Ron se reía.

—Todavía me quedan diez galeones —dijo, recuperando sus mejillas su tono habitual.—. En septiembre es mi cumpleaños, y mis padres me han dado dinero para comprarme el regalo de cumpleaños por adelantado.

—¿Por qué no te compras un libro? —dijo Ron poniendo voz cándida.

—No, creo que no —respondió Hermione sin enfadarse—. Lo que más me apetece es una lechuza. Harry tiene a Hedwig, Violet tiene a Scorp y tú tienes a Errol...—

—No, no es mío. Errol es de la familia. Lo único que poseo es a Scabbers. —Se sacó la rata del bolsillo—. Quiero que le hagan un chequeo —añadió, poniendo a Scabbers cerca de nuestros rostros—. Me parece que Egipto no le ha sentado bien.—

—En el callejón Diagón hay una tienda de animales mágicos —dijo Hermione mirando el plano del callejón Diagón—. Puedes mirar a ver si tienen algo para Scabbers. Y yo me puedo comprar una lechuza.—

Así que nos encaminamos los cuatro hacia la tienda de animales.


Efecto Mariposa - DramioneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora