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Estaba decidido a recuperarla, cueste lo que cueste. Aún no comprendía que había ocurrido entre nosotros, cómo las cosas habían cambiado tanto de un momento a otro, y por eso volvería...por respuestas...y por su amor.
Hace tres semanas Amelia me había dejado. Una parte de mí quería rendirse, olvidarla y reiniciar mi vida. Pero otra parte estaba totalmente puesto en tenerla en mis brazos nuevamente, para cuidarla y darle todo el cariño que tenia.
Obviamente la llamé incontables veces y le dejé infinidad de mensajes. Pero todos quedaban en un acumulo constante por parte de ella. Me preguntaba qué pasaba por su cabeza en estos momentos, que estaría hacia ahora mismo, mientras yo me hundo en el agujero de la Soledad.
No podía con el dolor en mi pecho. Simplemente se me hizo increíble como de un día para el otro había perdido todo lo que amaba. La había perdido a ella, la mujer que tenía en un pedestal desde el momento en que la conocí. Sentía que mi alma había sido arrancada de mi pecho y pisoteada una y otra vez, sin piedad ni compasión. Y se sentía terriblemente mal.
Yo deseaba con ella un futuro, feliz y de ensueño, tener muchos hijos y que Dodger los proteja. Caminar con ella en la orilla de la playa y pedirle matrimonio. Tal vez todo estaba demasiado organizado, una vida tradicional era lo que siempre había querido, pero al final siempre haría lo que ella deseaba.
Con estos pensamientos salí de la cama con somnolencia. Había decidido rentar una habitación de hotel hasta que todo re arregle, si es que se arreglaba. Me sentía identificado con aquella habitación, tan húmeda y olvidada. Se notaba que no era buen cuidada y que hacía tiempo no se hospedaban en ella.
Viéndome en el reflejo del espejo, noté mi aspecto descuidado. Mis ojos se hallaban rojos y mis labios resecos. Mi cabello despeinado, y mi barba ya estaba larga. Había estado tan preocupado y pensativo por ella, que me había olvidado a mí mismo.
Me di una ducha y lavé mis dientes. Rasure mi barba y peine mi cabello. Sabia que en el momento que la vería todo se desvanecerá y volveré a ser la viva imagen de la tristeza.
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Aparqué mi coche frente al edificio donde antes vivíamos. Miles de recuerdos golpearon en mi mente y un dolor punzante se hizo presente en mi pecho.
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-Chris, ya dime, odio las sorpresas y lo sabes- mis manos cubrían sus ojos y la conducía por el edificio hasta llegar a nuestrodepartamento. Al quitarlas de sus ojos me observó sorprendida y feliz, lo supe por el hermoso brillo en sus ojos.
